Pedro Sánchez. | Sergio Barrenechea

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La aritmética surgida de las urnas el 20-D es diabólica. Los número mandan, aunque produzca escalofríos. La suma de los partidos de izquierdas más los partidos catalanes integrados en el Principado en Junts pel Sí, tienen mayoría absoluta. Es prácticamente imposible que tal correlación multicolor se traduzca en una coalición de Gobierno, pero de la misma manera, el denostado Pedro Sánchez, está en condiciones de convertirse en jefe del Ejecutivo con apoyos externos de Podemos por un lado y de partidos nacionalistas por el otro, para garantizar el nuevo equilibrio progresista en Madrid. A ello hay que sumar los seis diputados del PNV e incluso los dos de Bildu. La derecha sociológica madrileña trina. Y es lógico. Habían previsto un bajón espectacular de Rajoy, ahogado por el caso Bárcenas, pero habían vendido que un pletórico Ciudadanos permitiría formar un Gabinete de centro derecha. Mas el financiado y encumbrado Rivera les ha fallado. Confiaban en 130 diputados para el PP y unos 50 C,s. Ha sido un bluff.

A partir de ahí la derecha sociológica, mediática y política más dura de Madrid se ha lanzado a la carga. Han empezado a aparecer divisiones territoriales insalvables en el seno del PSOE. Van a por Sánchez. No le perdonan que calificase de indecente a Mariano en el cara a cara televisivo. Tienen que darse prisa porque el tiempo corre en su contra. Algunas tertulias y periódicos capitalinos no sólo han armado en días navideños una pelea interna socialista de aspecto apocalíptico sino que encima ya le están poniendo fecha inminente al congreso del PSOE para echar a Sánchez y poner a la andaluza Susana Díaz, la cual, según sus cábalas interesadas , estaría dispuesta a pactar y a mantener al PP en el poder.

Pero si la sultana de Sevilla no asumiese convenientemente el papel que la derecha madrileña se otorga, ya están poniendo fecha a una nueva elecciones generales en mayo. Saben que de estos comicios no saldría un resultado muy diferente al del 20-D, pero calculan que Podemos crecería por un lado y el PP por el otro. En medio quedaría un PSOE chamuscado que se vería obligado a formar una gran coalición con los populares , probablemente ya sin Rajoy. Hasta éste punto llegan sus castillos en el aire. Olvidan que la Gran Coalición es muy difícil de aplicar en España. Alemania es diferente. Allí, tanto la Democracia Cristiana como el Partido Sociademócrata fueron organizados por los Aliados tras su entrada a sangre y fuego en el Tercer Reich. Organizaron aquella democracia en paralelo al proceso de desnazificación y a los juicios de Nüremberg. A la derecha la metieron entera dentro del humanismo cristiano (totum revolutum de luteranos y católicos) y a la izquierda la forzaron a abandonar el marxismo en el congreso de Bad Gottesberg. A la hora de la verdad, ambos partidos no sólo se entienden, sino que encajan como dos piezas de un mismo motor. En España los orígenes y desarrollo del PP, fundado por ministros de Franco, son aceite y agua con los del PSOE, partido salido de la clandestinidad y perseguido por la dictadura .

La realidad es que a mediados de enero el Congreso de los Diputados tendrá nuevo presidente. Allí se visualizará todo. La correlación de fuerzas quedará definida si es elegido el socialista vasco Patxi López. Después vendrá el vía crucis de Rajoy, que será humillado, mofado y rechazado como presidente. El siguiente paso será que el Rey deberá proponer a Pedro Sánchez, que puede salir investido en febrero. Eso dice la lógica. También dice que cuantas más presiones reciban Susana Díaz u otros presidentes sudistas del PSOE para que empujen su partido a un congreso precipitado y enloquecido, cosechará el efecto contrario: les forzará a entenderse con su secretario general y a apoyarle, o quedarán en evidencia ante sus bases. Es contraproducente que la derecha sociológica y mediática haya machacado durante meses a Susana y al PSOE andaluz por el asunto de los ERE y ahora la adoran como si fuese la reina del Belén.

Por otro lado está Junts pel Sí, dos partidos hermanados. No hay duda que prefieren mucho más a Sánchez que a un PP que les ha embestido , denostado e incluso ha llevado a Artur Mas ante los tribunales a causa del referéndum del 9-N por la acción de la Fiscalía dirigida por Moncloa.

Caso de ser elegido presidente, Sánchez tiene la gran oportunidad de poner en marcha la reforma constitucional con el apoyo del resto de la izquierda y de catalanes y vascos, que se verían implicados, dignificados y reconocidos dentro del nuevo y transformador proceso español. El PP se ríe de esta iniciativa porque tiene la llave para evitar que la reforma se apruebe en las Cámaras. Pero olvida que Sánchez tiene el arma implacable de la iniciativa popular y de la recogida de millones de firmas para someter la reforma a referéndum. Sería un proceso constituyente de dos años tras el cual el PP quedaría trastocado por su postura reaccionaria ante el nuevo Estado federal.

Por eso hay tanta prisa en el Madrid conservador para quebrarle las piernas al PSOE . Si dentro de unos días es elegido un presidente del Congreso socialista periférico los acontecimientos comenzarán a desarrollarse , imparables. O acaban con Sánchez ahora o les aguarda una buena y agria temporada en la oposición con España cambiando a ritmo vertiginoso y ellos poniendo zancadillas, cada vez más a ciegas y contra el viento de la Historia.