José María Rodríguez. | Joan Torres

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La decisión judicial en fase de instrucción de colocar al presidente del PP-Palma, José María Rodríguez, en la cúpula de la supuesta trama corrupta de la Policía Local, ha abierto una crisis de enorme calado en este partido cuando sólo faltan meses para el próximo congreso regional. Rodríguez era -es todavía- el gran tapón que impide la victoria regionalista y la regeneración de la formación, incluida Palma.
«Pero no habrá grandes movimientos internos. Es un error iniciar batallas fratricidas en esta ocasión. No vale la pena. La cúpula esperará a que Rodríguez caiga como fruta madura», afirman fuentes del PP. «Tras él arrastrará a su secretario general palmesano, Álvaro Gijón. Será el fin del rodriguismo», señalan estas fuentes. El siguiente paso sería «a la madrileña», centrándose en «la mecánica lógica del partido para situaciones de crisis interna». Es decir: caídos Rodríguez y Gijón, se nombraría una gestora que sería presidida por la portavoz municipal Marga Durán. Exactamente igual que cuando Cristina Cifuentes asumió la dirección del PP de Madrid tras la dimisión de Esperanza Aguirre. Génova vería con muy buenos ojos esta salida. «En todo caso, habrá que esperar a ver qué decide el president Miquel Vidal, que siempre dice que sí pero que en realidad duda hasta de su propia sombra».
El asunto de Palma «es muy serio» porque «Rodríguez está cada vez más rodeado por el cerco judicial y no está aforado. Su error fue no dimitir del PP-Palma y dejar las cosas arregladas cuando fue imputado en Over. Sólo se fue de delegado del Gobierno, pero mantuvo el poder interno y se sumó a las intensas guerras de la pasada legislatura. Eso se acaba pagando». En los últimos tiempos la acción rodriguista ha sido clave para conseguir el descabalgamiento de Mateu Isern, primero como alcalde y luego como diputado. Al final «la vorágine de los escándalos le ha arrastrado a él».
Organizativamente, no será sencillo un PP sin Rodríguez. Sus partidarios controlan de punta a punta la planta baja de la sede popular en la calle Palau Reial, desde el mostrador de recepción hasta la puerta secreta de salida de incógnito por la parte posterior hasta un discreto portal en la calle Conqueridor. También dominan la escalera de acceso a las plantas superiores, donde anida la cúpula regional, más cerca del cielo que del suelo terrenal.
Mientras, el PP es un mar de rumores...y de comidillas. Se habla de un chalet en Puntiró, propiedad de «un empresario amigo del partido», en el que «supuestamente habría más de un pepero grabado en fiestas íntimas con chicas rusas. No se sabe si tocando la balalaika o bailando el kasachok». Hay nervios por lo que pueda pasar. Hay temor de que los remeros del Volga provoquen una caída en barrena similar a un juego de piezas de dominó «que haga mucho daño al partido».
Por eso hay quien pasa el rosario en el PP, rogando con fervor para que la fruta madura Rodríguez «caiga cuanto antes por su propio peso y produzca los menores efectos colaterales posibles». Si eso acontece, se espera una desbandada del rodriguismo «y que las cosas se recompongan por sí mismas, como así suele ocurrir siempre en política». No se descarta nada. «Ni siquiera que el secretario general regional, Andréu Ferrer, hasta ahora rodriguista, sufra un ataque de fe regionalista y reequilibre las cosas».
En este contexto comienza la carrera hacia el congreso regional, que se celebrará a final de año. Después se celebrará el de Palma. El sector antirrodriguista de Ciutat, en el que se encuentran destacados militantes como Francesc Fiol, el propio Mateu Isern y la represaliada Aina Aguiló, entre otros, tienen cada vez más nítido el camino para lograr en la capital un congreso abierto a todos que inicie la era del postrodriguismo.