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Hace años que proliferan en muchos puntos de nuestro litoral los montoncitos de piedras levantados por los visitantes, unas veces con intencionalidad cuasi esotérica –en puntos de Asia lo hacen por tradición en lugares considerados sagrados–, y otras simplemente como forma de entretener a los niños o hacerse una foto.

Diferentes agentes medioambientales vienen denunciando una moda que es de ámbito global, que imita a los tradicionales 'cairn', y que en el terreno más local afecta con especial intensidad a lugares de interés ecológico del archipiélago.

El Cap Salines y sa Punta de n’Amer en Mallorca, el Cap de Cavalleria y Cala Pregonda en Menorca o la playa protegida de ses Salines en Eivissa son claros exponentes de ello.

Según explican en el portal especializado Terraferida, estos montículos que en definitiva son acciones 'decorativas' humanas, «matan fauna, flora y trituran y banalizan el paisaje».

Además, si bien es cierto que en los ambientes montañeros resulta habitual marcar el camino con una fita o hito formado por piedras, en este caso ello carece de toda utilidad.