El diputado del PP Fernando Martínez Maíllo. | Kiko Huesca

TW
7

El cacao que ha armado José Ramón dentro del PP balear con su «delirio» de reconquistar la presidencia del partido ha hecho correr insistentes rumores de que «no quedará otro remedio que el aterrizaje de Maíllo, para que ponga a cada uno en su sitio». Fernando Martínez Maíllo, vicesecretario de organización, es hombre de extrema confianza de Mariano Rajoy, que no quiere «folloneros» antes de que se celebre el congreso nacional el próximo febrero.

Bauzá ha adoptado en Mallorca el «estilo Floridablanca», este grupo de «notables» de Madrid que reclaman que Rajoy acepte el principio de un militante un voto para elegir al nuevo presidente. Rajoy no los puede ver ni en acuarela, pero Bauzá ha aprovechado su colocación de senador autonómico para relacionarse con los Floridablanca en los madriles. De hecho, su estrategia balear pasa por imponer un estilo de «votación de las bases» que pone enfermo a Mariano.

«Hay temor en Génova de que Bauzá actúe como caballo de carreras lanzado por Floridablanca para que arme el taco pidiendo primarias». Se dice que en Madrid la líder de Floridablanca, Consuelo Álvarez de Toledo, está atenta al experimento joserrista.

Por eso la orden es «para los pies a Bauzá, ya». Que deje de hacer el espontáneo y se someta a la disciplina del partido, que impide armar jarana precongresual hasta que no se dé el pistoletazo de salida para presentar candidaturas. Génova será perfectamente informada de sus movimientos. Además, José Ramón se pasa un montón de tiempo en Madrid y es más que probable que le den un «toque» allá, en los aledaños de la Plaza de la Marina Española.

Desde Mallorca llegarán puntualmente a Madrid los informes sobre el comportamiento de Bauzá. Y eso será sólo el primer paso. El segundo es que el proceso congresual balear será vigilado. Y como recurso último (pero más que probable ya que José Ramón se ha convertido en un bólido con la dirección rota) se prepara la llegada de Maíllo para que imponga «orden y una candidatura de consenso». Una vez más Madrid tendrá que intervenir.

Por eso las tropas de Jaume Martínez y Antoni Deudero se han negado a escuchar (y mucho menos a secundar) los cantos de sirena de Joserra. Los restos del rodriguismo permanecen a la espera. No se fían de Bauzá. Casi nadie se fía de él. Incluso su fiel escudero de antaño, Toni Gómez, ha marcado distancias.

El aterrizaje de Maíllo puede convertirse en el toque de corneta definitivo para que el PP balear tenga un congreso tranquilo la próxima primavera. (Con Miquel Vidal sentado en el palo del palomar esperando acontecimientos, naturalmente).