Xelo Huertas. | Joan Torres

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Pablo Iglesias se hizo famoso en toda España cuando desenterró y readaptó a su gusto una frase del poeta Holderïn: «El cielo no se logra por consenso, se conquista por asalto». En su tiempo Marx ya habló de «asaltar los cielos», y décadas más tarde así se conoció en el mundo bolchevique el asalto al Palacio de Invierno de Petrogrado la madrugada del 7 de noviembre de 1917. Aquella revolución fue sublimada por los leninistas como «la irrupción de la clase obrera en la Historia reclamando su derecho inalienable a conducir a la humanidad hacia el futuro». Toma ya.

La expresión «asaltar los cielos» cayó en total desuso a partir de diciembre de 1991, fecha en que se arrió la bandera roja del Kremlin, poniendo fin a la era bolchevique, que había quedado muy tocada a partir de los años treinta, cuando Stalin, sucesor de Lenin, no tuvo otra idea que cepillarse a sus opositores dentro del partido a base de procesos falsificados con el cínico argumento de que así preservaba la pureza de la organización.

Pablo Iglesias desenterró la expresión asaltar el cielo. Es un concepto políticamente hábil. Subliminalmente convierte a los partidarios de la transformación del sistema imperante en ángeles de potentes alas capaces de cambiar el signo de los tiempos. La frase caló y le dio un chorro de votos a Podemos, incluidas las Balears.

Pero la política es tozuda y pérfida. Y antes de llegar al cielo hay que tragar marrones a dos carrillos. Eso es lo que le está pasando a este partido en Mallorca. Su secretario general, Alberto Jarabo, anda metido en un sarao de eliminación de opositores internos. Es un enfrentamiento que está adquiriendo ribetes de una producción de Hollywood. Jarabo ha pasado del cielo a la Xelo, una presidenta del Parlament que le ha plantado cara cuando creyó que se la cargaría con un rimbombante expediente de expulsión que está volando a toda pastilla hacia el firmamento como un globo aerostático excesivamente hinchado.

Ni cielos ni gaitas. Esta pugna es infernal. Jarabo la expulsa con insinuaciones de corrupción junto a su compañera Seijas. Y Xelo está respondiendo con los tribunales. Lo que tenía que ser una súper purga de parámetros clásicos e implacables se está quedando en cucharadita de agua del carmen. Xelo es mucho hueso y el camino judicial lleva camino de ser largo.

Habrá que ver cómo la echan de presidenta del Parlament. El artículo 39 C del reglamento de la Cámara dice que se pierde la condición de presidente cuando «deja de pertenecer a su Grupo Parlamentario». Es una norma antitransfuguista, pero que jamás fue aprobada para bendecir una purga. Utilizar este artículo para santificar la purga «subvierte el espíritu de esta norma, que persigue precisamente lo contrario: evitar que se tuerza la voluntad popular por intereses personales», dicen los expertos. Nadie se cree que el reglamento del Parlament Balear «sea el único en todo Occidente que bendice las purgas y castiga a los purgados. Contra Xelo Huertas no hay ninguna investigación judicial ni de Fiscalía. Se trata de una pugna política».

Pero Jarabo y su cúpula no aflojan. Han decidido que mantendrán la presidencia del Parlament cuando derriben a Xelo y así se lo exigirán a sus socios de pacto. Esa es su actual batalla, cuerpo a tierra y entre el fango. De momento, el cielo puede esperar.