Rosa Pérez, Aina y Federico Anguita, en la sede del IMAS. | M. À. Cañellas

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Hay ocasiones en las que una familia no puede hacerse cargo de sus hijos. Cuando son bebés, la adopción es sencilla, pero hay niños cuya situación hace más difícil que sean acogidos por una familia: los menores con discapacidad o enfermedades crónicas y los mayores de siete años.

A pesar de las complicaciones a la hora de ser adoptados que tienen, hay muchas familias que se han lanzado y han dado una nueva oportunidad a uno de estos menores. Desde 2013 hasta la actualidad, se han adoptado en Baleares un total de 42 niños con necesidades especiales –once en 2018–. Además, 19 se estos menores adoptados eran mayores de siete años –siete fueron adoptados en 2018–. A día de hoy, hay seis niños de entre 4 y 11 años esperando una adopción. Son considerados como menores con necesidades especiales.

Federico Anguita y Rosa Pérez son una de las parejas que contribuyeron a dar una nueva oportunidad a uno de estos niños. Son los padres de Aina, una pequeña de doce años que lleva unos dos con ellos. Sus nombres son ficticios para salvaguardar la identidad de la menor y su situación actual. Explican que «nosotros buscábamos una adopción, pero las listas de espera eran de casi diez años. Así que vimos el programa Esperanza en el IMAS y pedimos cita. Nos la dieron al día siguiente».

A partir de este momento, empezaron una serie de sesiones formativas, entrevistas con los diferentes técnicos y concienciación. Los padres de Aina defienden este filtro es «espectacular y garantista. Buscan familias para niños, no niños para familias». Tras este filtro, les dieron la idoneidad y quince días después pudieron ver una foto de la menor, un momento que ellos recuerdan como «emocionante».

Mientras todo esto ocurría, Aina esperaba ser adoptada mientras convivía con una familia de acogida. «El día de mi décimo cumpleaños, poco antes de conocer a mis padres, los técnicos del IMAS me dieron un álbum de fotos suyas. Lo vi y me puse llorar», asegura la menor. Los técnicos de la institución explican que Aina tenía muchas ganas de encontrar una familia y «venía a preguntar si tendría papás algún día».

Al preguntar a Anguita y Pérez por lo más bonito del Programa Esperanza, no lo dudan: Aina. «Fue un proceso duro, la incorporación a casa se fue haciendo de manera progresiva, primero en Semana Santa unos días, después los fines de semana... así hasta que se quedó con nosotros».

Tanto los técnicos del Imas como los padres destacan que Aina es «una niña resiliente y madura que en su día pasó por épocas complicadas».

La familia anima a que las familias que quieran adoptar a estos pequeños. «Es una pena que el programa Esperanza sea desconocido, es toda una aventura. No porque el niño sea más grande vas a tener menos papel de padre o madre. Llega a ser tan intenso que olvidas que no ha nacido en casa», explican.