María Isabel Riera, ingresada en un hospital de Mallorca, recibe la visita de su mascota. | M. À. Cañellas

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A quien tiene un animal de compañía no hay que explicarle sus bondades terapéuticas. Es el caso de Isabel Riera con Mía, cada vez que se encuentran las dos lo celebran a su manera. A la primera se le instala una sonrisa en el rostro desde antes del encuentro, a la segunda se le mueve la cola de forma frenética. Y es que esta paciente lleva un mes ingresada en el hospital sociosanitario Joan March al que hay que sumar otros tres meses más en Son Llàtzer. Entró por una piedra en el riñón y lo encadenó con una infección. Ahora lleva dos operaciones y cuatro meses de ingresos a sus espaldas. Tras esta estancia hospitalaria prolongada se encuentra en Caubet donde, por suerte, existe un programa de acompañamiento de mascotas, el primero implantado en Mallorca.

«Se la trajimos el otro día por sorpresa y se puso muy contenta, es bueno para las dos», explica la hija de Isabel, Isa Covas. Es la segunda vez que Mía, una whippet de dos años de edad, acude al centro sanitario a ver a su dueña. «Se agradece poder traer a tus mascotas porque aquí hay gente que pasa mucho tiempo sin verlas», añade.

El programa ‘Benvinguts Animalons’ se puso en marcha en enero de 2017 y tiene una media de un usuario al mes. Los pacientes rellenan la solicitud que se entrega con una hoja informativa, el equipo asistencial valora la petición y, si se dan las circunstancias favorables, se gestiona.

Tras el desarrollo del programa está la dirección de enfermería y dos caras visibles, Rosario Serra y Carmen Moreno, ambas supervisoras de enfermería del Joan March. «Antes de ponerlo en marcha ya habían traído animales al hospital de un modo más informal y nos dimos cuenta de que era una necesidad no cubierta. Buscamos información para hacerlo posible», relata Moreno. «Ya existen iniciativas similares en otros hospitales españoles pero sobre todo es algo que despunta en Reino Unido y Estados Unidos», añade Serra.

De hecho algunos estudios sobre terapias asistidas apuntan a evidencias de que en la antigua Grecia se daban paseos a caballo a personas que padecían enfermedades incurables para reforzar su autoestima. Un caballo fue, precisamente, el animal más exótico que vieron en Caubet antes de poner en marcha ‘Animalons’. Cabe recordar que en ningún caso acceden al interior de las instalaciones para preservar la salud del resto de pacientes.

Para llevarlo a cabo, desde el centro piden la implicación de las familias aunque «los voluntarios de DIME se han involucrado de manera activa cuando los pacientes no han tenido soporte social», explica Carmen Moreno. En la normativa se expone que será la familia o un amigo el que «debe hacerse responsable de traer la mascota al hospital y de aportar la documentación necesaria para comprobar el estado del animal», como es tener la cartilla de vacunación en regla. Y es que para aceptar este tipo de visitas es necesario que tanto el paciente como el animal estén estables. «El paciente debe lavarse las manos con agua y jabón antes y después de la visita y además debe llevar una bata desechable para evitar el contacto directo con la mascota y prevenir posibles transmisiones de infecciones», asegura Rosario Serra. En el Hospital Joan March reciben atención pacientes crónicos, para convalecencia, rehabilitación o tratamiento paliativo. «El programa es para todos ellos», añaden. La mitad de los solicitantes son enfermos que pasan largas temporadas en el hospital. «La parte clínica es importante pero las personas también tienen otras necesidades», dice Serra.

En el centro sociosanitario creen firmemente en la humanización de los cuidados y de los beneficios que los animales de compañía aportan a las personas en su recuperación, de ahí el empeño en convertirse en un hospital amigo de las mascotas.

Una postura muy extendida, pues en los últimos años en España ha habido un creciente interés por la introducción de animales en las diferentes disciplinas de trabajo terapéutico. «A veces el animal también sufre», explica Carmen Moreno. «Hubo una ocasión en la que el enfermo nos contó que su perro apenas comía, se echaban de menos».