España, con algo menos del tres por ciento de la población ya vacunada, es el país líder en la retrasadísima Europa. | Sergio Cañizares

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Cómo es posible que en la eficacísima Holanda no se haya vacunado aún ni al uno por ciento de la población; que en Francia se haya llegado apenas al 1,5 por ciento y que en Alemania tampoco se haya sobrepasado el dos? España, con algo menos del tres por ciento de la población ya vacunada, es un país líder en la retrasadísima Europa, incapaz de gestionar el suministro de vacunas. Mientras Gran Bretaña supera ya el diez por ciento del población vacunada, Europa no sólo va por detrás sino que se enfrenta a una tremenda escasez para las próximas semanas.

De este desastre se hablará mucho, como otro indicador de la incapacidad operativa de la Unión Europea, cuyos líderes están aprendiendo a gobernar sobre la salud de sus conciudadanos.

El director general de Moderna, el laboratorio americano, Stéphane Bancel, acusó a la Unión Europea de querer adquirir vacunas sólo dentro del continente, pese a que en última instancia su laboratorio también ha recibido órdenes de compra. En efecto, Europa hizo una gran precompra a Sanofi, el laboratorio francés cuya vacuna no se ha podido aprobar porque los experimentos han fallado y tiene un gran retraso. Pero ese supuesto nacionalismo europeo que menciona Bancel no es del todo exacto porque nadie en Europa se tomó en serio a la alemana BioNTech, que es quien produjo la primera vacuna. Era un laboratorio pequeño de Mainz, sin historia ni influencias, que estaba probando una tecnología menos usual, de la que se desconfiaba. Pero BioNTech logró su objetivo, se alió con Pfizer y firmó acuerdos con muchos países, sin que en Europa le hicieran caso. La Comisión le compró muy pocas vacunas, tal vez esperando a la francesa. De hecho, aunque BioNTech pidió la aprobación de su vacuna en noviembre, la Agencia del Medicamento Europea no se pudo reunir a aprobarla hasta el 21 de diciembre, como si el asunto no corriera prisa. En esas tres semanas, Israel, Reino Unido, Estados Unidos, Emiratos, Canadá y Japón la aprobaron y pusieron el dinero sobre la mesa, que es lo que a un laboratorio privado le motiva más. Europa compró vacunas de BioNTech sólo en noviembre, cuando los periodistas empezaron a hacer preguntas agresivas sobre este asunto.

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La política de compra de vacunas ha sido muy dispar: Canadá compró cuatro vacunas por cada ciudadano. ¿Para tirar el dinero? No, simplemente porque no sabía cuál llegaría antes, quién tendría problemas para producir, cómo funcionaría el circuito de distribución. Europa, no. Incluso en la Comisión se cuestionó el precio de la vacuna de BioNTech que, efectivamente, cuadruplica a la de Astra Zéneca. Gran Bretaña, igual que Canadá, ha comprado unos 380 millones de vacunas para 60 millones de habitantes, lo que casi le permite escoger qué vacuna reparte y cuándo. Los laboratorios han dicho que venderían las vacunas bajo el principio de servir primero a quien primero cierre los acuerdos y pague. Y pague.

Este lunes, la comisaria dijo a la prensa que Europa podría verse obligada a estudiar si concede o no licencias para exportar la vacuna a Pfizer BioNTech, que se produce en Bélgica. Es tal vez una respuesta a la crisis, pero que generará un río de reacciones en otros países. Igualmente, la Comisión ha sugerido que Astra Zéneca podría estar retrasando la entrega de su vacuna en favor de Gran Bretaña. Aunque Europa olvida un detalle: la Agencia del Medicamento aún no ha tenido ocasión de reunirse para aprobar esta vacuna que, en consecuencia, no se puede suministrar en Europa.

Ahí tienen todos los ingredientes para una tormenta perfecta que con probabilidad se va a llevar por delante a la comisaria Stella Kyriakides. Sin embargo, el asunto tiene importancia porque vuelve a poner luz a la incapacidad de gobierno de la Unión, que en casi todos los asuntos que ha de resolver colectivamente termina por empantanarse. Este asunto, sin embargo, es suficientemente serio como para que pase desapercibido: Europa lleva sobre sus hombros muchos miles de muertos como para que las batallas entre los burócratas de Bruselas provoquen una sola víctima más.

De los problemas internos para vacunar en los estados miembros de la Unión hablaremos otro día. Aunque España, ni de lejos, es lo peor. Aquí hay quienes se cuelan, pero en Italia, sólo una de cada diez vacunas alcanzó a los ancianos de los geriátricos.