Araceli, de 96 años, la primera persona vacunada contra la COVID-19 en España. | Efe

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Leia hace unos días la noticia de que los mayores de 65 años que han pasado la COVID-19 tienen niveles de anticuerpos protectores altos a los tres meses de recibir la vacuna, a diferencia de los que no la han pasado.

Y seguía explicando el informe que los primeros resultados del estudio de IrsiCaixa y la Atención Primaria Metropolitana Norte del Institut Català de la Salut apuntaban que los niveles de anticuerpos neutralizantes, que tienen efecto protector, de las personas mayores de 65 años vacunadas y que habían pasado la COVID-19 eran altos, en comparación con las vacunadas que no habían pasado la enfermedad.

Es decir, que las personas mayores vacunadas y que previamente habían pasado la infección, aunque tuvieran una respuesta inmunitaria menos eficaz, alcanzan unos niveles de anticuerpos similares a los de la gente más joven. De hecho, las personas que no han pasado la infección por el SARS-CoV-2, muestran niveles muy bajos de anticuerpos protectores tres meses después de recibir la pauta completa de la vacuna.

Ante ello, con estos datos podría ser necesario un replanteamiento de la estrategia de vacunación en las personas mayores que no han pasado la COVID-19 para conseguir reforzar su respuesta protectora, en un entorno donde la COVID-19 ha causado la muerte de casi 30.000 personas que vivían en residencias en España. Es necesario hacer un seguimiento constante de la respuesta inmunitaria de estas personas que están en residencias y, si es necesario, adaptar el calendario de vacunación para conseguir un mayor nivel de anticuerpos que proteja a este grupo de personas de la infección.

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La campaña de vacunación es y sigue siendo un punto de inflexión clave y positivo que en el transcurso de la pandemia. Sabemos que sin la vacunación habría 10 veces más muertes al día. No obstante, ahora hay que entender cuánto dura la protección para poder prever y anticiparse a nuevos brotes de la enfermedad. Hasta ahora, la mayoría de estudios apuntaban que esta respuesta protectora se mantenía, como mínimo, un año después de la infección, pero gran parte de estos estudios se han llevado a cabo en personas menores de 65 años. Está claro que la respuesta de las personas mayores a las vacunas o las infecciones es diferente ya que sus sistema inmunitario está envejecido y las células que deberían protegerlas son menos eficientes.

Por tanto, pasar la infección asegura una mejor respuesta inmunitaria. Así, sabemos que se hizo un seguimiento de 98 personas residentes en 3 centros geriátricos y se obtuvo una muestra de pacientes mayores de 65 años, aunque la media de edad era de 87. Entre estos, más de un 80% se infectó durante la primera ola de la pandemia y, más tarde, todos recibieron la pauta completa de la vacuna de Pfizer. Se extrajo muestras de sangre de todo este grupo antes de la vacunación y tres meses después, y de este modo se pudieron comparar los niveles de anticuerpos neutralizantes que habían generado las personas infectadas y vacunadas con los de las que únicamente se habían vacunado. Los resultados obtenidos muestran que las personas que no habían pasado la infección tienen niveles muy bajos de anticuerpos neutralizantes tres meses después de vacunarse y, además, estos niveles disminuyen a medida que la edad incrementa.

Estos datos contrastan con los resultados de las personas mayores que habían pasado la COVID-19 antes de recibir la vacuna, que muestran una respuesta inmunitaria mucho más potente. De hecho, su número total de anticuerpos llega a ser mucho más elevado que el de un grupo de individuos más jóvenes. No obstante, experimentos en el laboratorio han demostrado que son pocos los anticuerpos de las personas mayores capaces de bloquear la infección y, de este modo, los niveles de anticuerpos protectores se acaban igualando a los de las personas jóvenes. Estos datos demuestran que la calidad de la respuesta inmunitaria de las personas mayores es limitada y destaca el proceso de envejecimiento que sufre el sistema inmunitario con el paso del tiempo. Este proceso se conoce como inmunosenescencia y refleja la pérdida de eficacia de las células inmunitarias a lo largo de los años. Esta respuesta inmunitaria comprometida y una alta probabilidad de sufrir varias enfermedades crónicas añadidas hace que las personas mayores tengan más probabilidad de sufrir una COVID-19 grave. Con la situación epidemiológica actual estamos viendo que este colectivo más vulnerable se vuelve a ver afectado.

Los resultados de este estudio son un primer paso para entender hasta qué punto están protegidas las personas mayores y remarcan la importancia de continuar haciendo un seguimiento de su respuesta inmunitaria. Los datos nos hacen plantear la necesidad de adaptar la pauta de vacunación que recibe este grupo de edad, sobre todo los que no han pasado la infección. Ahora hay que estudiar cuál es el mejor calendario de vacunación y seguir investigando para entender la evolución de la respuesta inmunitaria más allá de los primeros tres meses. Mucho por saber aún.