Joan Darder, en Palma. | Teresa Ayuga

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Con solo diez años entró en el Seminari de Mallorca donde, de forma inconsciente, conectó rápido con la vocación del voluntariado. «Para mí, la palabra misionero es trasladar el proyecto de Jesús, ser cercado a la gente como también mejorar las relaciones humanas y sociales», reflexiona Joan Darder, sacerdote desde que cumplió 23 años, canciller, canónigo y vicevicario general del Bisbat de Mallorca.

Ahora, con 77 años, y tras pasar largas temporadas en países de todo el mundo como misionero en cuerpo y alma, puede decir que «misión cumplida». Se ‘jubiló’ de esta etapa el pasado mes de agosto con su último viaje, esta vez a Nairobi, capital de Kenia (África), para apoyar el Centro Intermedio Santa Elizabeth para niños vulnerables. Un total de 17 kenianos forman parte de este proyecto, entre ellos Jane, que es también la hermana de Práxedes, una de las tres inmigrantes que Joan Darder acogió en la rectoría Sant Alonso Rodríguez (Pont d’Inca) hace ahora siete años.

Misiones

Aunque sus dos últimos viajes a Kenia lo ha hecho por cuenta propia, durante su efervescente vida como sacerdote ha llevado la palabra de Dios a Perú y a Puerto Rico durante un largo periodo de tiempo. Tampoco ha parado de hacer cursos en diferentes partes de la Península relacionados con el derecho canónico, el matrimonio, la catequesis o el arte como vehículo del espíritu humano.

«En los años 60 y 70, en Mallorca éramos más de 200 sacerdotes y monjas que hacíamos las misiones fuera de Europa. Lo mío siempre ha sido una vocación», reconoce al otro lado del teléfono. Cuenta, además, cómo durante tres veranos, «casi consecutivos», estuvo en una parroquia de Puerto Rico. De esto hace ya 18 años, pero asegura que allá donde ha ido «me he encontrado con gente espléndida. La pobreza es capaz de dar más que la riqueza. En Perú se institucionalizó lo que se llamaba ‘la olla común’: cuando cada vecino saca lo que tiene y lo comparte con todo el vecindario».

En 2017 acompañó a Práxedes –que ya es residente legal en Palma– a una de sus visitas a Kenia, donde el sacerdote Darder conoció por primera vez el centro que regenta su hermana Jane. «Lo que me ha mostrado este territorio es que es un ejemplo de avance. La cultura de Nairobi no rompe con su pasado, la mantiene. Me impresionó mucho el sentido de familia que tienen y su estimulación con la naturaleza. Y este centro es un hogar para niños cuyas familias no pueden hacerse cargo». Joan Darder recolectó en 2017 muchas donaciones para colaborar con este centro, todavía en propiedad de la institución de Nairobi, que los 17 voluntarios que trabajan en él quieren convertirlo en un colegio. Por ello, han comprado unos terrenos donde prevén construir allí la escuela.

Darder en una aula del centro Santa Elizabeth.

Menciona a un oncólogo que conoció en Nairobi y «me conmocionó. Me regaló una cabra, fruta y vino. Yo bendije su tumba que tiene en el predio de su mujer. Allí la gente no tienen el concepto de cementerio».