Ambos señalan que por mucho colapso que haya, siempre se atenderá a las personas que lo necesiten. | Youtube Ultima Hora

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Con los 92 pacientes ingresados en una UCI a causa de la COVID-19, que se han llegado a registrar esta semana, la sexta ola de la pandemia ya ha alcanzado a una de sus antecesoras en ocupación de camas de críticos, la del pasado verano. Queda lejos todavía aquel pico de pacientes graves del invierno de 2021, cuando los hospitales tuvieron que transformar espacios y boxes para atender a hasta 140 ingresos en UCI simultáneos. Sin embargo, como ya se vio en verano, ha habido momentos de tensión, entre los responsables del traslado del paciente y los centros, para encontrar un hueco habilitado.

Ante este panorama, la jefa del Servicio de Medicina Intensiva de Son Llàtzer, la doctora Gemma Rialp, se muestra clara y contundente: «Todos los enfermos, por colapsado que esté el sistema, tendrán un rincón en todos los hospitales de las Islas. Nadie dejará de tener asistencia médica, eso está clarísimo, porque es nuestro trabajo».

Y es que hay camas suficientes pero deben estar preparadas. ¿Y qué requiere una plaza de UCI que no tengan las demás? Más recursos técnicos y humanos. «Por una lado se necesita una monitorización continua, un sistema de pauta y prescripción de medicación, tomas de aire y oxígeno… cosas que en una plaza normal no tiene. Además son camas especiales para evitar úlceras de decúbito y tienen respiradores», señala la doctora Rialp.

Por otra parte, «también son necesarios recursos humanos porque estas personas tienen que estar continuamente vigiladas. La ratio de enfermería es diferente, hay presencia continua, y los facultativos están siempre conectados», añade el director médico del hospital Son Llàtzer, Javier Agüera quien insiste: «se irán habilitando las camas críticas que sean necesarias para atender a la población».

En la actualidad, toda la zona de UCI de este centro acoge a pacientes COVID, por lo que para acceder a ella hay que ponerse el equipo de protección individual, los ya famosos EPI. Para el resto de enfermos críticos se ha habilitado en el área quirúrgica, la unidad de reanimación posanestésica, que atiende el personal que trabaja en ese servicio.

UCI de Son Llàtzer
La fisioterapia ayuda a mantener la movilidad de los pacientes. Foto: T.A.
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Y ésta es la gran diferencia respecto al inicio de la pandemia: que ahora los pacientes con COVID-19 no son los únicos porque también se atiende al resto de patologías.

«Al principio, la sociedad en general, y también el hospital, quedó paralizado. Estaban todos en casa y no recibíamos patologías no COVID. La diferencia es que, pese al volumen, ahora también están los enfermos de toda la vida, por lo que la gestión es más difícil», explica la doctora Rialp. Los espacios para los distintos perfiles deben estar siempre separados.

La vacunación es otro de los factores diferenciales entre ésta y el resto de olas. El 80 % de los ingresados por COVID en la UCI de Son Llàtzer no están vacunados y, entre los que lo están, «en su gran mayoría tienen patologías inmunológicas importantes, por lo que la vacuna no les ha protegido lo suficiente», añade.

Otro de los datos que llama la atención, pues es un patrón que se repite en el mismo servicio de otros centros, es que «todos los ingresos que tenemos se contagiaron con la variante delta, sólo dudamos de que uno sea ómicron porque los resultados no fueron definitivos», señala la experta.

La sexta ola está en su punto más alto y parece que estos días podría estar sobrepasando su pico máximo de positivos, sin embargo quedan tres semanas para ver el impacto de estos contagios en los hospitales. La variante ómicron, descrita con efectos más leves que las anteriores, también deriva en hospitalizaciones pero en muchos menos casos llegan a la UCI. «Que bajen porque ahora el 90 % de los contagios sean por esta cepa es elucubrar. Aquí acabamos de pasar Sant Antoni y Sant Sebastià y aunque los grandes actos se hayan suspendido, hay una tendencia natural de reunirse y después vemos la subida», explica la responsable de Medicina Intensiva. «Ómicron no es una gripe y punto, no deja de ser COVID, y hay que ser prudente», añade.

Lo cierto ahora es que «ha bajado un poco la estancia media del paciente tanto en el hospital como en las UCI y también la edad media de quien ingresa», señala el director médico. «En la primera ola veíamos a gente más mayor, muchos procedentes de residencias y ahora están más protegidos y se nota», concluye el doctor Javier Agüera.

El apunte

«Hemos aprendido algo», señalan los expertos

Con seis olas y dos años de pandemia, «ya hemos aprendido algo», señala la responsable de Medicina Intensiva, Gemma Rialp. «Desde el punto de vista clínico, no tiene nada que ver; tienes una pauta que será más o menos buena pero al menos sabes lo que no debes hacerle a los enfermos», dice. El doctor Agüera, responsable médico de Son Llàtzer, señala que han mejorado «los tratamientos, la manera de manejar a estos pacientes... Lo que facilita las altas de la estancia en planta, por ejemplo, que se han reducido mucho. Esas neumonías bilaterales que asfixiaban al paciente antes y que no sabíamos manejar se ven menos ahora».