El periodista Manuel Aguilera. | Pilar Pellicer

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«Italia y España son dos pueblos latinos de historia estrechamente ligada al Mediterráneo. Debemos entendernos. Por eso, nuestra condición central es esta: admisión de una emigración de doscientos mil italianos, la mitad de los cuales iría a Baleares y el resto, a la Península». Con estas palabras, el autor de El Oro de Mussolini. Cómo la República planeó vender parte de España al fascimo (Arzalia Ediciones, 2022), Manuel Aguilera, reconstruye el encuentro que mantuvieron un espía del dictador fascista y José Chapiro, confidente al servicio del Gobierno de la República.

El periodista y doctor en Historia ha podido rehacer la conversación a partir del detallado informe que Chapiro envió el 7 de marzo de 1937 al entonces embajador republicano en París, Luis Araquistáin. El socialista contaba con el apoyo del presidente español, Largo Caballero, para intentar comprar la no intervención de Italia y Alemania a cambio de ceder territorio nacional. Esta negociación se llamó ‘Operación Schulmeister’, el alias de Chapiro.

Aguilera descubrió el informe en 2005, cuando viajó a San Francisco (EEUU) para recabar información para su tesis. También dio con una carta de 1950 donde la ministra de la CNT Federica Montseny confesaba al historiador Burnett Bolloten que el Gobierno de Largo Caballero, del cual formaba parte, se planteó «iniciar diálogo con el propio Hitler, cediéndole las Baleares o las Canarias, a cambio del cese de toda ayuda a Franco». Además, apuntaba que el Consejo de Ministros no hizo ninguna acta sobre el tema, presumiblemente para que no fuera usada en su contra si caía en manos equivocadas. De hecho, las negociaciones con los nazis no llegaron a nada porque exigían documentación escrita y los republicanos lo rechazaron.

Aguilera encontró en Roma otros informes que no leyó hasta el confinamiento. Al traducirlos, descubrió que los italianos compraron de manera secreta las fincas de la Albufera y Son Sant Martí (Alcúdia) en 1938. A través del espía italiano Carlo de Rea, que se hizo pasar por abogado, se creó la empresa pantalla Celulosa Hispánica, donde los mismos propietarios que habían vendido las tierras, la familia Gual de Torrella, figuraban como principales accionistas. También lo era el jefe del espionaje fascista en España, Santore Vezzari.

Euforia fascista. La bandera de la Italia fascista ondea al mismo tamaño que la española en la Plaça de Cort, junto a la nazi y la portuguesa, durante la celebración de la toma de Santander en 1937.

Centro de «italianidad»

La financiación de la empresa pantalla provino de otra, propiedad del estado fascista y llamada Sociedad Anónima Financiera Nacional Italiana (SAFNI). De esta manera, Mussolini tenía el control de las tierras. La colonización no solo fue una propuesta formulada a Chapiro, sino que se realizó en secreto hasta que la victoria de los aliados acabó con los planes de Mussolini. La presencia fascista en Mallorca se remonta al inicio de la Guerra Civil. Aguilera también encontró mapas e información de los italianos, donde se refleja claramente su pretensión por construir casas coloniales y crear un «centro de italianidad». El investigador cree que se pudieron comprar más fincas y se pregunta quiénes son, actualmente, los dueños de las propiedades y si el Estado italiano todavía dispone de alguna.

El periodista también recuerda que el gobierno británico estaba al corriente de la compra de fincas en Mallorca por parte de los italianos, y que al empezar la Segunda Guerra Mundial compraron la neutralidad de Franco.