El paso de Nuestra Señora de la Esperanza y la Paz fue una de las más festejadas. | Pilar Pellicer

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Sin mascarillas ni distancia social, sin carnet de vacunación ni test de antígenos previo entre los costaleros; pero con el regreso de las sillas de alquiler para seguir el recorrido y, quizás, con la congregación de gente más multitudinaria que se haya visto en mucho tiempo. Así volvía a la definitiva normalidad (post emergencia sanitaria) la más concurrida de todas las procesiones que se celebran en Palma durante la Semana Santa. No obstante, la procesión finalizó este año más tarde de lo normal, sobre las 4 de madrugada, al ser algo más largo el recorrido y no haber recambio para los costaleros, por lo que los que había tuvieron que realizar diversas paradas para descansar. Gran parte del público se congregó ya desde el inicio del desfile en la plaza del Hospital. Con puntualidad, a las siete de la tarde, comenzaron a salir los cerca de 5.000 penitentes (algo menos que en otras ediciones) repartidos en las 33 cofradías de Palma que acompañan, en tan señalada fecha, al Santísimo Cristo que como buen anfitrión fue el último en abandonar la iglesia de la Anunciación, media hora después de la medianoche.

El recorrido este año volvía a su antiguo trazado por Canavall, con unos 600 metros más de largo que en 2022, cuando se modificó para evitar las obras de la calle Oms. El trayecto no evitó, sin embargo, que una vez más las primeras cofradías que salieron se solaparan, a su regreso a La Sang, con la salida de los últimos y del Sant Crist, lo que motivó el abandono de muchos penitentes antes de finalizar. El desfile se hizo en orden inverso de antigüedad, como es costumbre. Los Tamborers de la Sala iniciaron la procesión seguidos de los arreplegats, nombre que reciben los penitentes que no pertenecen a ninguna cofradía. Y la de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Nuestra Señora de la Paz, con el paso que representa a Jesús frente Caifás en la primera estación del Via Crucis, encabezó el solemne desfile.

Multitudinario seguimiento al Crist de la Sang

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La reina emérita y su hermana, Irene, siguiendo esta edición desde la iglesia de la Anunciación, junto al prior de la Sang, Lluc Riera. Foto: PILAR PELLICER.
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Volvieron los confits para los más pequeños; la cera de las velas deslizándose en las calles; se interpretó La Saeta de Joan Manel Serrat y tampoco fallaron los gritos de «¡guapa!», al paso de las siempre impactantes Nuestra Señora de la Salud y Nuestra Señora de la Esperanza y la Paz. En su largo camino, la procesión se encontró a mucho público –en sintonía a lo que se ha podido ver esta Semana Santa en las calles, pues la población ha vuelto a venerar a sus imágenes sin temor a contagios–, en la manifestación más popular de la fe cristiana. Y como si fuera una más, en una nueva edición, tampoco se perdieron la procesión del Jueves Santo la reina emérita, doña Sofía, y su hermana, Irene de Grecia, quienes siguieron esta edición desde la misma iglesia de la Anunciación, junto al prior de la Sang, Lluc Riera. Los penitentes, por su parte, siguieron por la calle Sant Miquel hasta llegar a la sede del Consell de Mallorca en Palau Reial, desde donde podía seguirse la procesión, ya que como se recordará el Crist de la Sang, que la preside desde 1564, es patrono y pertenece a la institución insular.

Cansancio

Hubo momentos de desánimo en algunos momentos cuando el cansancio hizo mella entre los costaleros de las diversas cofradías, que se tomaron momentos de descanso. Pese a las pausas para descansar, en la procesión no se lamentó el abandono de ninguna cofradía por extenuación, como sí se vio el Viernes Santo del año pasado. Eran las doce y media de la noche cuando la imagen que representa a Jesucristo de Nazaret crucificado, bajó la cuesta de La Sang escoltado por el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, junto con una numerosa representación eclestiástica y muchos de sus incondicionales devotos. Desde el Miércoles Santo, tras el tradicional Davallament, el Crist de la Sang reposaba en horizontal frente al altar mayor de la Anunciación para el besapiés público hasta su salida la noche del jueves. Son tres los mayordomos que portan esta imagen, uno sujetando el pie de la cruz y otros dos llevando sendas varas de madera suspendidas de los brazos, para mantener la imagen erguida. Mientras se producía el momento más esperado de la noche en la plaza del Hospital, la procesión seguía su recorrido por la plaza de la Reina, el Born y Unió para volver por La Rambla con el acompañamiento sonoro de las diferentes bandas de música o los grupos de tambores. Música solemne para acompañar uno de los cultos más esperados y queridos de la Semana Santa mallorquina que no terminó hasta el regreso del Sant Crist a La Sang, ya bien entrada la madrugada.