Un agente ayuda a vestirse con el traje especial a un especialista NRBQ. | Alejandro Sepúlveda

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En 1860 el químico Frederick Guthrie sintetizó el gas mostaza. En realidad, era un líquido con propiedades vesicantes, que producía ampollas cuando entraba en contacto con la piel. Si llegaba a los ojos, las consecuencias eran fatales. En la Primera Guerra Mundial, los aliados y las potencias centrales utilizaron sin escrúpulos este peligro compuesto, y al acabar la contienda los países decidieron crear unidades de defensa biológica. Este sería el antecedente histórico del equipo NRBQ, una unidad de élite de Guardia Civil preparada para emergencias nucleares, radiológicas, biológicas o químicas.

El equipo, relativamente desconocido, tiene la base en la Comandancia palmesana, en la calle Manuel Azaña, y está formado por unos 35 componentes altamente cualificados, con una formación muy específica. Un teniente y un subteniente, jefes la USECIC (Unidades de Seguridad Ciudadana), son los responsables de esta selecta unidad. Ultima Hora ha pasado una jornada con los especialistas de la NRBQ, cuyo bautismo de fuego en Balears fue la crisis del coronavirus, sobre todo en los primeros meses, cuando la mortalidad era alarmante y era necesario desinfectar y acceder a hospitales, centros de salud o geriátricos. «Fueron unos momentos muy difíciles, porque el virus era extremadamente letal y en los lugares que visitábamos había un riesgo elevado de contagio, pero demostramos que la unidad había recibido una formación adecuada y se hizo un gran trabajo», recuerda Marines Maimó, el segundo responsable del equipo.

En términos beneméritos, las emergencias se miden en «escalones de respuesta». Cada dotación tiene un cometido concreto. En el caso del NRBQ, el primer objetivo «sería aislar la zona afectada, establecer un cerco, montar una estación de descontaminación y prestar apoyo a otras unidades, que entren en el perímetro», explica el veterano mando. Los trajes que utilizan los especialistas son de una protección especial, de diferentes niveles.

Se trata de protecciones «pero con limitaciones», matiza Marines Maimó, que además se refuerzan con un doble sellado exterior en las costuras o en los puntos más vulnerables de los trajes. Es una especie de cinta americana, pero de un dureza máxima, casi como las utilizadas en reparaciones aeronáuticas. El proceso es lento, hasta tedioso, pero se debe garantizar sin sombra de dudas que el artificiero cuenta con una protección absoluta. Con un blindaje en forma de traje espacial.

La máscara cuenta con un filtro que purifica el aire, pero tiene una capacidad limitada: «Te das cuenta enseguida porque el filtro se va saturando a medida que pasan los minutos. La respiración es más densa, más pesada», apunta el subteniente. El traje se completa con unas botas especiales, que se ponen por encima, y unos guantes estancos.

Una vez vestido el agente, se plantea un problema. Si está trabajando al sol, hay que prever que el calor es insoportable dentro del traje y que puede estar operativo un tiempo limitado: «Se pueden llegar a marear porque sudan muchísimo y pierden fuerza. Tenemos que tener siempre un relevo listo para entrar en escena». Los NRBQ trabajan en distintos escenarios, algunos de ellos hostiles, por lo que llevan al cinto una pistola Emtan israelí de 9mm, similar a la Glock austríaca, y un fusil G-36 o un subfusil Mp5, más manejable en entornos cerrados o «ratoneros».

Hace poco, en la Península, esta unidad de élite se desplegó porque una familia había fallecido al mezclar unas sustancias en una finca agrícola y se levantó una nube tóxica. Tuvieron que montar con urgencia una estación de descontaminación y acceder con sumo cuidado hasta el área afectada. Sólo cuando la zona estuvo asegurada, pudieron entrar los efectivos de la Policía Judicial.

La invasión rusa de Ucrania y, sobre todo, el peligro de un desastre nuclear en la central de Zaporiyia, donde combaten los dos países enfrentados, ha disparado el riesgo de un incidente nuclear en Europa, similar al que ocurrió en 1986 en Chernóbil. Por este motivo, el trabajo de los NRBQ cobra más importancia en estos tiempos convulsos. Los 35 especialistas beneméritos de Balears están preparados para cualquier contingencia. Incluso la nuclear.