Pedro José Moreno, prepara la mesa del hotel donde trabajo, en Calvià. | Pilar Pellicer

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Ha tenido una infancia y adolescencia como cualquier otro niño. Rodeado de amigos en todas sus etapas, siempre se ha sentido apoyado y comprendido. Pedro José Moreno tiene 27 años y una discapacidad intelectual. A pesar de ello, nada le detiene. «He probado muchas cosas hasta encajar en un trabajo», asegura, que durante estos meses tiene un contrato como camarero en el Melià South Beach, en Calvià.

Sus padres regentan un bar en Palma, con lo que ha mamado este oficio desde que era muy pequeño. Sin embargo, tenía otras ideas de futuro, y para eso tuvo que probar varios trabajos. Cuando todavía estaba en el instituto, en 2013, tuvo su primera orientación para prepararle para una formación profesional. Así fue como entró en Formación prelaboral de Esment. Provó oficios relacionados con la agricultura, la imprenta y la hostelería (en sala). Aparte, hizo una Formación Dual en cocina.

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La pandemia provocó un parón en su vida. Ese año se matriculó en el Centro de Educación de Adultos, en Palma, para terminar la ESO, pero llegó el confinamiento y es este año cuando está intentando terminar el curso. Si le preguntan por su asignatura favorita, dirá que son las matemáticas. De hecho, la informática, en general, le apasiona. «Siempre me ha ido bien, he ayudado incluso a mis padres o amigos para cualquier gestión que no controlan».

Nuevo trabajo

En marzo de 2023, Pedro volvió a ponerse a buscar trabajo. Lo hizo a través del programa Treball amb Suport, de Esment. Cuenta con la ayuda de trabajadores sociales a la hora de enviar los currículums a las empresas. «No me imaginaba que me cogieran en este hotel. De hecho, estaba pendiente de una oferta de Mercapalma, pero por suerte no me llamaron y aquí estoy», explica.

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En este hotel de Melià tiene contrato temporal y su función es de camarero pero haciendo funciones de reponedor o colocando las mesas para el desayuno, aunque ha demostrado que puede hacer más cosas. Pedro cuenta que «los primeros días me costó adaptarme, pero luego empecé a coger velocidad y me pareció más fácil. He podido con todo». Asegura que es clave la velocidad y agilidad, algo que no se le da mal. «Trabajar rápido me gusta bastante», apunta. Aunque lleva poco tiempo, Pedro tiene claro cuál es su sueño: «Me gustaría quedarme hasta mi jubilación en este hotel».

Ni en el colegio ni en los trabajos en los que ha estado ha sentido ningún tipo de discriminación por su discapacidad intelectual. «Trato a diario con mucha gente y nunca me han hecho sentir especial o diferente», asegura.

Porque Pedro ya no solo repone el carrito, sino que ha aprendido a coger tres o cuatro platos con sus brazos. O servir comida. Porque se deja aconsejar por sus compañeros de oficio y dice que «nunca me he puesto límites, no se me resiste nada», comenta, bromeando. «Le diría a las personas con discapacidad que no dejen de probar, que lo intenten y que no tiren la toalla».