Vista aérea de la estación central de ferrocarriles en Palma. | CEDIDA POR MARIA ANTÒNIA FERNÁNDEZ

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El golpe de Estado contra la Segunda República en julio de 1936 movilizó a los trabajadores del servicio de ferrocarriles y tranvías de Mallorca, hasta el punto de organizar una de las mayores huelgas registradas en los territorios en los que triunfaron los militares sublevados contra el orden constitucional. Su participación pasaría factura a este sector de la Isla, especialmente movilizado a través del Consejo Obrero Ferroviario, vinculado a la Unión General de Trabajadores (UGT). Unos 200 obreros fueron depurados, 15 de los cuales llegaron a ser asesinados, según explica Maria Antònia Fernández Pizà, investigadora y autora de La Companyia dels Ferrocarrils de Mallorca durant la Guerra Civil: la seva contribució a la defensa passiva de l’illa.

«La compañía tenía 711 empleados en Mallorca cuando estalló el golpe; el tren y el tranvía de Sóller, sumaban un centenar; y unos 300 trabajaban en los tranvías de Palma. Los militares usarían este servicio, que entonces era muy extenso, para transportar soldados, armamento y a los prisioneros usados para construir las defensas costeras», comenta la arqueóloga y archivista del Servei Ferroviari de Mallorca del Govern, que edita su libro presentado el lunes.

La línea ferroviaria fue muy útil en un momento en que había escasez de combustible para vehículos. Los sublevados usaron el tren para repeler rápidamente el ataque republicano dirigido por el Capitán Alberto Bayo. La red telefónica de las estaciones se usó para alertar de los bombarderos que atacaban Palma, y que llegaron a interrumpir el servicio de tranvía durante unos meses en 1938. El túnel del puerto, además, se usó como refugio civil.

De hecho, la investigación de Ferndández saca a la luz por primera vez la existencia de una red de refugios antiaéreos bajo la estación ferroviaria de Palma, algo que se desconocía y que fue construida en 1938, en plena contienda. El edificio de viajeros del ferrocarril de Sóller estaba unido a través de un túnel con el que después sería el hostal Términus, desde donde ha un acceso al refugio todavía existente. Este es el aspecto más novedoso y destacado por la autora del libro.

El auge del coche a partir de los años cuarenta acabó produciendo una grave crisis en la Compañía de Ferrocarriles, que sería absorbida por el Estado franquista en los años sesenta. Ya en los años noventa, en plena democracia y convertida en la actual Serveis Ferroviaris de Mallorca, pasaría a depender del Govern balear.