Lluc tenía que ser un punto de concentración de desplazados, debidamente fortificado.

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Corría septiembre del año 1594 cuando llegó a Mallorca la noticia de que una armada turca con más de cien naves navegaba cerca de Sicilia. Con el recuerdo de continuos asaltos turcos y berberiscos a lo largo del siglo, las autoridades de la Isla (Consell del Regne, capitanes de los pueblos, jurados y caballeros) mostraron su preocupación por la protección de la población. Para asegurarla, se organizó un plan que podía parecer descabellado: trasladar toda la población no combatiente -mujeres, niños y mayores de 60 años- a diversos puntos de la Serra de Tramuntana.

Dos apuntes: toda esta población no combatiente era referida genéricamente como inútiles y los mayores de 60 años eran considerados ancianos. Todo este episodio fue explicado por el geógrafo mallorquín Vicenç Rosselló en su artículo Una traça militar de la Serra de Tramuntana de Mallorca amb molta por dels turcs (1594).

Se calculó que las personas desplazadas serían unas 70.000. Finalmente, el ataque no se produjo y no fue precisa esa gran evacuación, pero hay que preguntarse si las infraestructuras y la logística de la época habrían permitido un desplazamiento de esas dimensiones: caminos, albergues, suministros, higiene, transporte, organización…

El geógrafo mallorquín Vicenç Rosselló, autor del artículo que trata el episodio histórico. | Mateu Cladera - M. CLADERA
El geógrafo mallorquín Vicenç Rosselló, autor del artículo que trata el episodio histórico. | Mateu Cladera

La gran evacuación en Mallorca no fue realizada, pero se preparó a conciencia. Las autoridades previeron los molinos que podían abastecer a los desplazados y que Inca fuera el centro de organización de las columnas de evacuados. Si se avistaba la armada turca, se avisaría a través de señales de fuego y humo de torres y atalayas, y se activaría la descomunal operación.

Previamente, el virrey ordenó un reconocimiento de la Serra de Tramuntana para determinar qué rutas, con sus pasos de montaña, tenían que recorrer los evacuados y en qué puntos, que serían fortificados, deberían permanecer. El reconocimiento fue llevado a cabo por los caballeros Ramon Cós y Joanot Brull, junto con el técnico Antoni Verger.

El Archivo General de Simancas conserva una reproducción del mapa de la operación, obra del propio Antoni Verger, que estableció dos puntos fortificados (fuertes) en Lluc y Cúber, y la posibilidad de un tercero y cuarto en la zona del Puig des Teix y en Orient. El mapa sitúa los fuertes (en el de Lluc dibuja una rosa de los vientos con el lema nostra seniora de lluch) y todos los pasos de montaña para acceder a los puntos de refugio. Es un documento cartográfico que recoge las poblaciones y las possessions cercanas. Siendo un mapa de accesos a la Serra, sólo hay dibujadas dos siluetas realmente montañosas: la del Castell d’Alaró y la del Puig de s’Alcadena.

Reproducción del mapa de la operación de evacuación, con los puntos fortificados y los pasos de montaña para el acceso de los desplazados. El documento cartográfico, obra de Antoni Verger, se conserva en el Archivo General de Simancas.
Reproducción del mapa de la operación de evacuación, con los puntos fortificados y los pasos de montaña para el acceso de los desplazados. El documento cartográfico, obra de Antoni Verger, se conserva en el Archivo General de Simancas.

El mapa también recoge el número de hombres armados que serían necesarios para defender cada uno de los pasos de montaña. Así, para proteger los accesos al fuerte de Lluc serían necesarios 141 hombres y para defender los de Cúber, 115. En total, 256. Para el tercer fuerte del Teix serían necesarios 584 soldados y para el de Orient, 213. Estos dos últimos ofrecían más dificultades para la defensa. Algunos de los pasos o accesos de montaña serían reconocibles en la actualidad: el Salt de la Bella Dona, el Pas den Bisquerra, el Coll dels Coloms, el Gorg Blau, el Barranc de Biniaraix, el Coll de Sóller, el Pas de na Maria, s’Arrom, el Coll de Son Gallard, el Coll de Biniamar...

Con este sistema defensivo, se consideró que, si bien se detallaban los puntos costeros más vulnerables a un desembarco, los lugares de concentración de los desplazados serían inexpugnables. Pese a la victoria de Lepanto de 1571, los ataques de turcos y berberiscos a Mallorca a lo largo del siglo XVI (de los que quedan como vestigios las actuales fiestas de moros i cristians) generaron una sensación que derivó en auténtico pánico a finales de la centuria. El propio rey, Felipe II, estaba obsesionado con la posibilidad de una invasión turca generalizada en alguno de sus territorios mediterráneos. Cuando llegó la noticia del avistamiento de una flota turca en Sicilia, se creyó que la invasión de Mallorca era inminente.