Susi B. es totalmente dependiente y, desde hace una semana, se ha quedado sin asistencia. | Teresa Ayuga

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Susi B. tiene 59 años y es una mujer en situación de gran dependencia que, desde hace cinco, vive prácticamente postrada en su cama. En julio de 2019 sufrió un ictus cerebeloso -que no es lo mismo que el cerebral- que la ha dejado prácticamente inmovilizada y totalmente dependiente. Apenas puede mover la cabeza -también tiene paralizado el lado izquierdo de la cara- y los brazos, cuyos movimientos, espasmódicos, no controla.

Es uno de los pocos casos que se han dado en Mallorca de un paciente que sufre este tipo de derrame y no fallece. Pero el «milagro» se ha convertido para Susi en «una pesadilla».

Aunque vive sola en su casa de Palma, ella sola no puede valerse por sí misma. Es incapaz de realizar actividades de autocuidado y necesita asistencia para las actividades más básicas de la vida. «No tengo sensibilidad en el cuerpo, soy un peso muerto, sola no puedo ni beber agua», explica Susi, que sólo puede salir de la cama cuando un asistente la levanta y la transfiere a su silla de ruedas.

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Así era, al menos, hasta la semana pasada. Porque Susi, que tiene reconocido el grado III -el más alto- de dependencia, y derecho a 70 horas mensuales de ayuda a domicilio, lleva toda la semana sola. «Soy la única superviviente de un derrame en el cerebelo en Baleares y me tratan como una porquería», se lamenta.

No sabe por qué se ha quedado sin asistencia. No ha recibido ningún aviso del Ayuntamiento de Palma, que es el responsable último de garantizar el servicio, para que le informe de la interrupción o suspensión del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) que le han venido ofreciendo hasta ahora. Pero el caso es que, desde el lunes por la mañana, no ha vuelto a recibir ninguna de las visitas diarias «que ya eran dos y no tres», aclara.

«Es como si llevase un cártel en la frente que diga ‘haz conmigo lo que quieras’», protesta. «Claro, como no me puedo defender….» Y es que Susi ya ha reclamado anteriormente por problemas en el servicio o, como ella dice, «con las subcontratas». Porque «cambian a las chicas sin avisar y algunas no saben ni la medicación que tomo», o porque «vienen con prisas y no me quieren ni vestir ni levantar».

Pero en esta ocasión no ha sido un mal servicio sino su ausencia total. Son cuatro días y medio en los que Susi no ha tenido asistencia ninguna ni para su aseo personal, ni para comer, ni para la limpieza de la casa, ni para tomar su medicación. «O me dejan en espera indefinida o me cuelgan», asegura. Lo único que ha sabido hacer, «desesperada», es poner varias denuncias a la Policía Local.