Tiamer es una de las pocas fábricas artesanas que sobreviven en Mallorca en la industria del calzado. | Youtube Ultima Hora

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Cuando Tià Amer Alorda era solo un niño que correteaba por las calles de Mancor de la Vall había más de cien fábricas de calzado en la comarca del Raiguer distribuidas entre Inca, Mancor, Lloseta y Selva. Su padre Vicenç Amer regentaba una de ellas. Actualmente apenas sobreviven siete de aquellas fábricas. Son las que en su día apostaron por la especialización: Bestard, Cabrit, Tiamer, Marma, Lottousse, TLB Mallorca y Carmina.

Superaron el declive del sector en los primeros años del siglo XXI, pero ahora se enfrentan a un reto aún mayor. No les falta trabajo, les falta personal. «Llegué a quedarme con solo cuatro trabajadores y con el tiempo hemos ido subiendo y hoy tengo 15. He podido absorber a los trabajadores de otras fábricas que han cerrado en Inca y Lloseta, pero ahora aunque queramos no podemos crecer porque ya no hay gente. La mayoría de mi personal está al borde de jubilación, en cinco años solo quedaremos un empleado y yo», lamenta Sebastià Amer, propietario de Calzados Tiamer. Con cincuenta años de edad ve complicado que pueda llegar a la edad de jubilación con su fábrica en activo.

En cinco años todos los trabajadores de Tiamer, salvo uno, estarán jubilados.

Las kiowas son el producto ‘delicatessen’ de Calzados Tiamer. Las fabrican para su propia marca y también para terceros, grandes firmas de lujo de renombre internacional que siguen apostando por la producción a mano como seña de calidad. Amer explica que algunas fábricas de Mallorca que en los años ochenta deslocalizaron la fabricación para ahorrar costes se han encontrado ahora con que (desde la pandemia y especialmente con la guerra entre Rusia y Ucrania y entre Israel y Hamas) se han disparado los gastos del transporte y también los de producción en otros países. Por eso «algunos quieren volver a fabricar en Mallorca y me piden que haga el trabajo, pero con los empleados que tenemos es imposible que podamos crecer más», relata.

De su pequeña fábrica de Mancor salen una media de 55 pares de zapatos al día. «Coser una kiowa a mano lleva casi tres cuartos de hora. Por eso también nos llaman las otras marcas, porque la calidad no es la misma. Además de coser hay otros procesos, todos se realizan con la más alta calidad. Un zapato nuestro no tarda menos de cinco días en completar la fabricación. Se seca en horma, como se hacía antiguamente», dice el experto.

El boom turístico tocó de muerte a un sector, el de la piel y el calzado, que a finales de los ochenta apostó mayoritariamente por deslocalizar parte de la fabricación en países como China, India y Marruecos, una fórmula que disparó la rentabilidad de muchos empresarios, pero que pasó una grave factura social, económica y laboral a los municipios de la comarca del Raiguer que hasta finales del siglo XX amanecían con el sonido de las sirenas de las fábricas que llamaban a sus empleados a empezar la jornada.

Estantería repleta de pieles en una de las últimas dos fábricas de calzado de Mancor.

En el artículo Industria en Declive, negocio en Auge. Sistemas de trabajo y remuneración en el calzado de Mallorca 1.850-2000 el profesor Carles Manera ya avisó entonces de lo que podía ocurrir.Lo que era una «industria exitosa» que vivió años de esplendor, acabó convertido en un «sector marginal en el conjunto de una economía insular dominada por el sector servicios». Junto con Carolina Beltràn Andreu, Manera firma también el artículo El sector balear del calzado, ejemplo de sistema productivo local en la globalización económica. Este último trabajo da cifras clarificadoras: en solo cuatro años (de 2008 a 2011) Baleares había perdido 19 empresas del calzado y la piel y 458 trabajadores. Al mismo tiempo se disparaban las ganancias de los que apostaban por llevar la fabricación a terceros países. La facturación pasó de 106.477.400 euros a 261.514.900 euros en el mismo periodo. De aquellos barros, como dice el refrán, estos lodos.

Ya no suenan las sirenas en Inca. Tampoco lo hacen en Mancor, Selva o Lloseta. Apenas quedan siete marcas que siguen fabricando zapatos de piel en Mallorca. Son Cabrit y Bestard en Lloseta (especializados en mocasines y botas de montaña respectivamente), Calzados Marma y Calzados Tiamer en Mancor (especializados en mocasines y kiobas) y Carmina Albadalejo, Lotusse y TLB en Inca. Ni siquiera todas estas marcas fabrican el cien por cien de sus zapatos en Mallorca.

Fuentes del sector explican que Bestard y Lottusse tienen deslocalizada el 90 % de la producción porque no encuentran mano de obra. Hace ahora aproximadamente diez años el Govern impulsó un plan dual de formación de jóvenes zapateros respondiendo a una demanda de la Asociación de Fabricantes de Calzado de Baleares (AFACA), hoy prácticamente desaparecida con apenas tres fabricantes asociados y un presidente, Jaume Mir, jubilado desde hace tiempo. Este periódico ha tratado sin éxito durante semanas de que el presidente de AFACA realice una valoración de la situación actual.

Otros expertos del mundillo, en cambio, no dudan en contar abiertamente su experiencia. Relatan que el plan dual del Govern para nutrir de nueva mano de obra al sector de la piel y el calzado no terminó de funcionar. Encontrar jóvenes dispuestos a formarse en un oficio sin garantías de durabilidad es como buscar una aguja en un pajar. Tampoco es fácil encontrar repuestos para una maquinaria muy especializada que escasea ya en todo el territorio nacional.

«Hoy en día es imposible hacer un plan de formación. En un país de servicios, si el Estado no quiere diversificar estamos condenados a desaparecer. Ahora además aprietan a las empresas para que pasemos a los fijos discontinuos a fijos, pero la realidad es que hay jóvenes que prefieren ser fijos discontinuos y amenazan con irse a la hostelería si les convertimos en fijos», relata Sebastià Amer Alorda.

Una kioba tarda al menos cinco días en estar completamente acabada.

Calzados Marma, también de Mancor, será casi con total seguridad la próxima fábrica en echar el cierre en la Isla. Así lo explica Maria Rosa Martorell Mateo, esposa del único trabajador que queda en un negocio familiar del que ambos se hicieron cargo a mediados de los años 90. «A mi marido le queda un año para jubilarse y ya cerraremos. Yo antes trabajaba con él, pero lo tuve que dejar para cuidar a mi madre. Éramos autónomos los dos», dice.

Son la segunda generación al frente de una fábrica que abrieron el padre y dos tíos de Rosa Martorell. «La llevaban mi padre José Martorell Fontanet, su hermano Guillermo y el hermano de mi madre, Guillermo Martí. Luego la cogió mi marido en 1994, que hasta entonces era zapatero en otra fábrica.Llegó a haber ocho fábricas solo en Mancor pero así como iban pasando los años, con todo lo que venía de China bajaba la producción», recuerda.

Actualmente apenas producen 870 pares de zapatos al año. «Fabricamos para nosotros, no es como la otra fábrica de Mancor (en referencia a Tiamer) que también hace zapatos para otras marcas. Una persona sola no puede hacer mucha cosa», relata la antigua zapatera. Calzados Marma vende sus productos en Mallorca pero sobretodo fuera de Baleares. Concretamente a Madrid, Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco. No es un caso único. «En Baleares ya vendemos muy poco, tenemos algún cliente pero muy pocos», detalla Martorell.

Comparte con la mayoría de supervivientes del sector la apuesta por la especialización, en su caso la fabricación de zapatos de horma ancha. «Nuestros clientes son normalmente gente con los pies delicados porque hacemos calzado de horma ancha, ortopédicos», dice.

Sus padres abrieron la fábrica en el año 1962, unos meses antes de que ella naciera. «Antes fabricaban muchísimo. Era una fábrica muy grande y cuando mi marido la cogió en el año 94 la cortaron y cada uno se quedó su sitio. En esas fechas la industria ya estaba mal. Cuando yo era niña recuerdo que había diez o doce trabajadores y siempre hemos fabricado para la marca familiar. Al principio se hacía todo tipo de calzado, pero luego, cuando empezó a bajar la cosa, se especializaron en anchos especiales», recuerda.

Xesca Comes, de Calçats Comes (fabricante de la marca Cabrit), es junto con Bestard, la única fábrica de calzado de Lloseta que sobrevive a fecha de hoy. «Cada vez quedamos menos fabricantes y lo hacemos gracias a la especialización. Aunque es prácticamente imposible encontrar mano de obra para cubrir las jubilaciones, como el negocio va cada vez a menos, vamos aguantando con el mínimo de personas», explica. Su última contratación la hicieron hace dos años. «Por suerte, en aquél momento encontramos».

Entre las fábricas de calzado que encontramos en Inca está TLB, propiedad de Toni Llobera, un 'rara avis' del sector. A diferencia del resto, no procede de una saga zapatera. Hijo de un fabricante de cinturones, Llobera decidió fabricar su propia marca de calzado hace ahora seis años en pleno declive del sector.

«Es lo que sé hacer. Antes me dedicaba a los zapatos y fabricación de complementos, gestión de producciones en otros países y para otra marcas, cogimos la fábrica de Yanko en Mallorca y al final tomamos la decisión de dejarla y empezar una nueva aventura sin problemas heredados», dice este emprendedor de 44 años.

TLB evita hablar de números en lo que se refiere a producción y ventas. Actualmente tiene una plantilla de unos 35 trabajadores. «Problemas para contratar siempre hay. Cuando buscas mano de obra especializada, encontrar a alguien con ganas o ilusión y enseñarle es complicado porque los jóvenes no están interesados», explica. A pesar de las dificultades mira al futuro de cara, amoldándose a una demanda que actualmente llega de fuera de España. «Fabricamos todos nuestros zapatos en Mallorca y los vendemos fuera de España, principalmente a Estados Unidos y Asia, esa es la realidad que nos encontramos hoy. Un chaval de 20 años se gasta mil euros en comprarse un iphone pero no tiene 200 para unos zapatos. Al final te adaptas a lo que demanda el mercado», reflexiona.

Se centra en la fabricación de calzado de vestir de hombre, aunque intenta abrir el abanico siguiendo las tendencias del mercado. Ahora está incorporando modelos casual.

De entre las fabricas que quedan en Inca, Carmina es la de mayor tamaño con un centenar de empleados. Tanto Carmina como Lottousse han evitado contestar a las preguntas de este diario.

Industria en Mallorca

¿Intervendrá la administración para intentar cambiar la dinámica que pone en riesgo la supervivencia del sector?

Ingrid Liliana, directora general de Industria del Govern afirma que son conscientes de la «prioridad» de promover políticas de formación y de desarrollo del empleo. «Entre las diferentes acciones y programas que tiene previsto realizar el SOIB con dicho objetivo se encuentra una convocatoria diseñada para financiar programas de formación dual (formación y contratación) en sectores estratégicos y de difícil cobertura». «De esta manera se alterna la formación con el aprendizaje, se fomenta la contratación de jóvenes dándoles una formación que les permite la adquisición de habilidades y conocimientos mejorando así su perfil profesional y a las empresas formar a trabajadores en los distintos sectores», dice.

Sobre la posibilidad de que el sector de la piel y el calzado pueda beneficiarse de esa apuesta por la formación que hace su departamento, la directora general de Industria avanza que «además de las diferentes convocatorias que se están diseñando para fomentar el empleo y desarrollar la formación, se están llevando a cabo reuniones con los diferentes sectores con el fin de detectar carencias formativas de los trabajadores para actualizar el Catálogo de especialidades formativas, definir nuevas formaciones para poder avanzar en la recalificación de los trabajadores y poder sentar las bases de un mercado laboral competitivo.

El sector del calzado requiere de mano de obra muy especializada que ahora escasea.

Según los últimos datos recogidos por la Conselleria d’Industria en Baleares, Mallorca y Menorca se reparten el 99 % de las empresas dedicadas al calzado. Los ingresos de explotación en Mallorca duplican a los de Menorca pero paradójicamente el número de trabajadores de Menorca dobla con creces al de Baleares. La conselleria habla de un total de 60 empresas del sector de la piel y el calzado con más de 850 empleados y una facturación superior a los 150 millones de euros en las Islas.

«Dentro del sector de la moda, compuesta por la industria textil, de la bisutería y del calzado, este último es el más importante tanto en facturación como en número de trabajadores y número de empresas aunque es cierto que en los últimos años ha bajado sobretodo en facturación y número de trabajadores», dice Liliana.

La directora general recuerda que «este año hemos sacado una convocatoria de 7.280.000 euros para la realización de grandes inversiones de carácter industrial mediante la adquisición de activos materiales o inmateriales asociados al proceso industria, y para el fomento de la modernización de los sistemas de gestión y sistemas productivos».