Entrevista a Walter Figueroa tras el anuncio de cierre del local. | Teresa Ayuga

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La mirada de Walter Figueroa Martínez se humedece cuando piensa que el próximo 28 de febrero será su último día en la cantina Flassaders. «A veces en la vida hay que perder y a mí me tocó perder, lo que pasa es que cuando es por un error tuyo o tu mala actuación vale, pero si te vas a la calle por la falta de capacidad de otros duele bastante», asegura.

Walter, uruguayo de nacimiento, lleva este local desde hace 18 años, los siete últimos (5 más 2 de prórroga) tras ganar el concurso una vez que el Ayuntamiento de Palma asumió hace ocho años la gestión directa del edificio Flassaders, al que pertenece la cantina. La concesión termina el próximo 3 de marzo pero aunque el aún adjudicatario hubiera deseado presentarse al nuevo concurso resulta que el Consistorio palmesano no tiene preparados los pliegos administrativos para abrir la nueva licitación, con lo cual el local va a permanecer cerrado por lo menos medio año hasta que esté listo todo el proceso administrativo. «Yo soy autónomo y aunque tengo 70 años no puedo esperar seis u ocho meses hasta el nuevo concurso ni jubilarme porque con lo que llevo cotizado en España me quitarían cerca del 25 % de mi pensión, necesitaría tres o cuatro años más de trabajo», explica.

Desde Cort le han prometido que el nuevo concesionario subrogará a las tres personas que trabajan con él desde hace años, pero de momento «se van a ir al paro por la falta de previsión de los responsables municipales».

Por eso ha reclamado a Cort que se le den esos seis meses de plazo, hasta que estén elaborados los pliegos y el concurso resuelto, para que todos puedan seguir trabajando.

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Desde el Ayuntamiento se ha anunciado una reforma de esta cafetería, pero aunque Walter entiende que es necesaria considera que debería hacerse una vez adjudicada la gestión de la misma.

Walter siente una «gran desilusión» por lo que está pasando y considera que actuar así es «una falta de respeto al trabajo de las personas, como trabajador te hacen entender que no cuentas, y yo he peleado demasiado toda mi vida para ahora callarme». «Yo ya me veo en la calle y lo que me molesta es que no ha sido un error mío, a quién le pido una respuesta, a quién», pregunta.

Si al final no se puede hacer nada, pide que dejemos claro su agradecimiento al barrio. Este barrio, en el casco antiguo de la ciudad, «necesita un local como éste, que se ha convertido en un punto de encuentro para mucha gente, donde pueden comer de forma casera por un precio asequible». Reconoce que el éxito no es suyo sino de la fórmula creada por Cort en este local municipal, pero los vecinos, que se han movilizado para que la cantina no cierre y Walter siga al frente, saben que «he trabajado muy duro todos estos años para llevarlo lo mejor posible».

Walter había colgado un cartel en la fachada en el que informaba del cierre por esa falta de previsión, pero los responsables municipales le han obligado a quitarlo.