Augusta Okolie prepara un plato nigeriano. | M. À. Cañellas

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Está harto de protagonizar titulares que portan malas noticias y se reivindica como un barrio con potencial social y económico. Son Gotleu saca pecho pese a sus muchísimas carencias. «Esto es un barrio obrero y hay muchísimo movimiento asociativo», señala Ana Mascaró, mediadora cultural del IB-Salut en el centro médico de este barrio. Junto con un grupo de empresarios de la zona, intentan pelear por la mejora del tejido comercial y hostelero de un barrio que dice que se siente marginado.

«Al principio Son Gotleu era una possessió y con la llegada del boom turístico empezó a venir gente de la Part Forana y peninsulares para trabajar en la hostelería», cuenta Mascaró. Aparecen las primeras construcciones que aún permanecen en pie. En los ochenta, el barrio cuenta solo con viviendas pero apenas hay recursos, así que «el barrio se empieza a degradar. Aquí también llegó la epidemia de la heroína. Todo vecino que consigue mejorar su situación económica, sale de aquí. Y además, no se crea tejido asociativo».

Burbuja

Cae el precio de la vivienda y llega la oleada de inmigración en los años 2000, que busca los barrios más económicos. Con la burbuja, muchos pierden sus casas por impago y los bancos y los fondos buitre se hacen con muchos inmuebles, que aún siguen en sus manos. «Ahora hay muchísima población india y paquistaní», cuenta Mascaró, que se mezcla con nigerianos y marroquíes. «Muchos de ellos trabajan en la construcción y necesitan sus propias tiendas», revela la experta, lo que explica el carácter especial de esta eclosión comercial y hostelera del barrio. Mascaró advierte que «aquí hay mucha población joven, que no tiene trabajo ni formación».

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Imagen de una calle de Son Gotleu.

La multitud de tiendas, bares y restaurantes muestran una alta vitalidad pero «necesitan dignificarse. Apostar por abrir un negocio supone dar de comer a una familia y es mucho más eficiente que las ayudas», revela Mascaró. Advierte, además, que «es un barrio seguro» y que pretende alejarse del cliché en el que está sumido Son Gotleu. Mascaró y otras entidades intentan darle un valor a estos comercios y restaurantes, que gozan de unas características propias solo de este barrio, muy diferentes del resto de la ciudad.

Restaurantes paquistaníes, nigerianos, senegaleses, marroquíes o brasileños muestran la gastronomía propia de cada país, con una autenticidad que no se vislumbra en Ciutat. Nuevo Marrakech es un ejemplo de gastronomía marroquí en la calle Indalecio Prieto, la principal arteria del barrio. Su cocinera, Hadda, apenas sabe escribir, pero domina a la perfección la gastronomía de su país y además, la mallorquina. Para el día está preparando un tajin de ternera con cuscús y un frito mallorquín. «He trabajado en restaurantes y hoteles, he hecho cursos de formación y trabajé para una señora mallorquina», de la que aprendió la receta de las panades, cuenta Hadda.

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Hadid prepara comida de Marruecos.

Augusta Okolie es nigeriana y propietaria del restaurante African Mart. «Preparo comida nigeriana, senegalesa y a veces, paella. Vienen clientes de nuestro país pero también mallorquines. Al final, decidí abrir mi propio restaurante porque en la hostelería solo tienes trabajo cinco meses al año». Okolie es un ejemplo del empoderamiento de los inmigrantes que deciden emprender para buscarse la vida. En las ollas de su cocina se está cociendo un egusi soup, con semillas de melón, tendones y callos.

Realidad

Atico Bar también es otro lugar donde acuden los que añoran la comida nigeriana. Su cocinero prepara ñame, un tubérculo típico de África, y su sueño es abrir su propio restaurante.
Como dice Mascaró, «uno de los grandes problemas de barrio es que muchos no tienen papeles. Llevan veinte años viviendo en España pero no tienen dinero suficiente, carecen de contrato y a nivel emocional se sienten mal».

En una de las calles transversales se encuentra la tienda de Edith Idehen, que cuenta con todos los ingredientes de la dieta nigeriana, desde el ñame triturado, al arroz, el aceite de palma o pescado seco. «Esto es Palma también», se queja Idehen, que hace videollamadas con su país como medida paliativa contra la añoranza. «Siempre se habla mal de Son Gotleu, pero para mí está bien. Es un barrio tranquilo pero hay gente que viene a crear problemas», dice Angela Joseph, una vecina de Son Gotleu que nació en Nigeria. «Aquí somos trabajadores», insiste.

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Javaid Aqbal es un cocinero paquistaní.

De Senegal es Abdul y su mujer, que preparan platos musulmanes como mafe (ternera con cacahuete) y verduras. Y el Snack Bruselas apuesta por un interesante fast food marroquí, que va más allá del cuscús. El restaurante paquistaní de Javaid Iqbal presume incluso de una auténtica olla tandur. «Antes tenía un restaurante en Magaluf», cuenta. Al final, la morriña se combate con el estómago y está por ver si Son Gotleu se convertirá en un nuevo epicentro gastronómico.

«Es un barrio con mucho potencial»

«Son Gotleu tiene una gran variedad de comercios, mucha hostelería y muchos servicios. Tenemos que ver cómo podemos ayudarles para poder mejorar la calidad», explicó Daniel Oliveira, regidor de distrito de Llevant y presidente de la Comisión Técnica de Son Gotleu. «Es verdad que tiene carencias muy profundas a nivel social y laboral, así como la vivienda. Pero Son Gotleu es un diamante en bruto al que hay que descubrir su potencial. Tengo esperanzas de que pueda integrarse en alma en cuanto a calidad de vida», explica Oliveira.

En su opinión, existen muchas entidades «muy luchadoras» que buscan la mejora del barrio, entre las que resaltan los centros educativos. «En los seis colegios del barrio existe mucha preocupación por el entorno, las familias y por sus niños. Son altavoces de las necesidades de la barriada», añade.
Mientras tanto, enumera las numerosas iniciativas que se están llevando a cabo en Son Gotleu, como las subvenciones que ofrece Model de Ciutat para la mejora de los edificios de viviendas, que se encuentran en muy mal estado. También hay un trabajo conjunto de la Policía Nacional y la Policía Local para luchar contra las drogas, aunque Mascaró reconoce que hace un año que ha vuelto la heroína.

Actividad

El presidente de la Asociación de Comerciantes de Son Gotleu, Moisés Mora, dice que «tenemos un problema con las ‘okupaciones’. Es un barrio con poco poder adquisitivo y se encuentran viviendas por 70.000 euros». El tejido comercial está muy enfocado hacia la población inmigrante. «La gente evita ir a Son Gotleu por su mala publicidad pero hay una gran actividad comercial», explica.

El apunte

Sin papeles y pisos en manos de los fondos buitre, dos serios problemas

Mascaró está finalizando un máster sobre África y prepara un trabajo sobre niños nacidos en España de padres indocumentados. «En contra de lo que pueda parecer, los niños no consiguen los papeles por el mero hecho de haber nacido aquí. Supone un problema para la escolarización», explicó la trabajadora social, que cree que la peatonalización de Nuredduna redundará en el barrio. Sigue siendo un problema la cantidad de pisos en manos de fondos buitre, «ellos no tienen prisa. Están con okupas pero esperan que se revaloricen. Y si no lo hace, son tan baratos que no pierden nada».