Imagen de los carteles en contra de las viviendas vacacionales en la barriada. | Jaume Morey

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Los vecinos de Son Espanyolet han esquivado una bala, pero saben que la barriada sigue corriendo el peligro de perder su esencia y convertirse en un parque temático para turistas. Al menos ese era el ambicioso plan del empresario noruego Erik Oren, cabeza visible de Alzina Living, inmobiliaria que durante los últimos años se ha especializado en adquirir viviendas en este barrio para transformarlas en pisos turísticos. Lo que no esperaba Oren era encontrarse con la negativa rotunda de los residentes, que se unieron en una plataforma para denunciar la situación y la falta de apoyo del Consistorio palmesano.

El ruido vecinal, el inicio de la pandemia y las restricciones a los viajes, así como la negativa de Cort a conceder según qué licencias necesarias para dar forma a su proyecto han terminado echando por tierra el sueño de este empresario noruego de convertir Son Espanyolet en el nuevo paraíso nórdico de sus compatriotas. «Nosotros seguimos vigilantes, sabemos lo que hay y lo que quiere. Alzina living pretendía hacer un hotel horizontal en nuestro barrio, no lo consiguió», recuerda Antònia Vidal, vicepresidenta de la asociación de vecinos del barrio.

La estrategia noruega fue inteligente y torticera a partes iguales. Primero compró una serie de casas para convertirlas en pisos turísticos, luego intentó convertir otra vivienda en un restaurante para sus inquilinos, pero el Consistorio denegó la licencia; y todavía cuenta con otro solar enorme y vacío en el que pretendía montar un parking para los vehículos de los turistas. Un auténtico hotel en toda regla. Lo que no esperaba era que los vecinos se pusieran en pie de guerra tan rápidamente.

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Blas Llasses, Elena Rodríguez, Antònia Vidal, Luis Romero y Jaume Gelabert, miembros de la asociación de vecinos de Son Espanyolet.

«Llegaron los turistas y se acabó la calma en un barrio residencial que siempre ha sido muy tranquilo -recuerda Elena Rodríguez, que forma parte de la entidad vecinal-. Imagínese una vivienda tipo Airbnb con capacidad para 10 personas, en verano, en Mallorca y con ganas de fiesta. Vivir en Son Espanyolet se convirtió en un calvario para muchos. Fiestas hasta altas horas de la madrugada, gritos, música a tope... la pandemia nos ha dado dos años de tranquilidad, pero ya tememos lo que pasará este estío», apunta preocupada esta residente.

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Un poco de historia

El nombre del barrio de Son Espanyolet procede de la familia noble Espanyol, que era propietaria de la finca situada en este lugar, y llegó a Mallorca cuando la Isla fue conquistada por Jaume I en el siglo XIII. En 1869 se aprobó el ensanche de Santa Catalina y parte de Son Espanyolet, la que corresponde a la zona entre las calles Mas, Alzina y Calafat. Esta zona se eligió porque respetaba la distancia de 1.250 metros del recinto amurallado de la ciudad que se exigía como norma de seguridad para la defensa de la plaza fuerte de Palma. Presenta una solución urbanística muy original y que se ha conservado hasta hoy: manzanas alargadas y rectangulares.

Hasta 1900 el barrio no creció más, y era el lugar de veraneo de muchos palmesanos. Después se produjo la urbanización del resto de la barriada, esta vez con manzanas trazadas en rectángulos más pequeños, que fue ocupada por obreros que trabajaban en las industrias próximas de Santa Catalina, como la fábrica de vidrio de Can Llofríu o La Roqueta (1897-1918), una fábrica de cerámica modernista aplicada a la arquitectura, que dejó su huella en muchas fachadas de las casas de Son Espanyolet.

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Una vivienda de planta baja con restos de cerámicas adornando su fachada. Hay muchos ejemplos similares en el barrio.

Mientras los vecinos se sigue enfrentando al turismo vacacional, llaman la atención sobre la falta de vigilancia policial en la zona para cumplir que los vehículos no circulen superando los 30 kilómetros hora, algo que no sucede ahora. También piden al Ajuntament de Palma que el barrio sea ACIRE o se extienda la zona ORA para evitar que sus calles se conviertan en un parking disuasorio, si no lo es ya. «Estamos en la zona de colegios, muy cerca de vía de cintura y la estructura del barrio, con calles pequeñas y estrechas y sin tiendas hace que seamos casi un barrio dormitorio. Estamos intentando luchar contra eso», recalca Jaume Gelabert, otro miembro de la asociación de vecinos.

Un último quebradero de cabeza para el barrio. El nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Palma incluye la construcción de centenares de viviendas en Son Puigdorfila nou, que terminará afectando a Son Espanyolet. «Casi no tenemos equipamientos ni zonas verdes, nuestro centro de salud es el de Santa Catalina. No podemos asumir más población», defienden los vecinos.