Fanny Bauzá echa el cierre de Sa Cantonada por jubilación . En la foto, con Lauren Antón, su camarero. | M. À. Cañellas

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Fanny Bauzá tiene bien marcado en el calendario el mes de julio. Ya solo le quedan cuatro meses para jubilarse y tener su merecido descanso. Ese día apagará los fogones de Sa Cantonada, su restaurante, ubicado en la calle Hort de Torrella, en el palmesano barrio de Pere Garau. Fanny comenzará a vivir ‘la gran vida’, ya no le tocará levantarse a las 5 de la mañana y dejará de cocinar para 60 comensales. En contraposición, Pere Garau perderá uno de sus locales más emblemáticos, y uno de los pocos restaurantes que quedan en la zona de comida casera mallorquina. Un trocito de historia dirá adiós con su jubilación, si nadie coge el traspaso, aunque la cocinera espera que alguien se interese por el negocio.

«Tengo una clientela fiel. No me puedo quejar. Gente del barrio de toda la vida; la mayoría hombres, algunos muy mayores, que no solo vienen a comer, también tienen su única interacción social del día. Algunos ya me han dicho qué dónde van a ir ahora...», explica Fanny, mientras prepara dos bocadillos que le han encargado, al tiempo que atiende a otra clienta habitual. Viene a desayunar cada mañana su café en vaso de cristal y sus magdalenas alargadas empaquetadas. Lo de los desayunos a base de tostadas con aguacate y huevo poché no está en la lista de especialidades de Sa Cantonada. Ni falta que hace.

Toda una vida en Pere Garau

Fanny dice adiós a su negocio, pero seguirá unida al barrio. «Soy de las pocas afortunadas que duerme todavía en la habitación en la que nació. Con suerte, espero morirme en la misma cama», apunta esta mujer, que siempre ha vivido en el barrio, y es muy popular. «Mi abuela tenía una mercería en Pere Garau, Novedades Oliver, que era algo así como un punto de encuentro de las mujeres de la barriada, y mis padres tenían una empresa de serigrafía, primero en Pere Garau, luego nos fuimos a un local más grande fuera», recuerda esta mujer, que recopila muchos momentos e historias, la mayoría relacionadas con la zona, y que cogió las riendas de este negocio casi por casualidad. Estaba tomando café con una amiga y vieron el anuncio de que se traspasaba.

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Fachada del local, en el palmesano barrio de Pere Garau.

En ese local había habido un economato, varias cafeterías y hasta una pizzería, pero Fanny, una amante de la cocina desde pequeña, ha sido la que más ha durado al frente, casi veinte años ininterrumpidos. «Y mira que lo pasamos mal con la crisis económica de 2008 y con la pandemia. Pero siempre hemos logrado sobreponernos. Ahora toca disfrutar de mi nieto», finaliza.