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«Esto, junto con las bodas, es lo más bonito», dijo alguien este martes en la sala de plenos de Cort. Diez nuevos funcionarios municipales protagonizaron el acto de toma de posesión de sus plazas. En los asientos del público había familiares con móviles grabando el instante, aplausos, alguna lágrima, pancartas festivas y ovaciones. Entre los trabajadores públicos nombrados había nueve Técnicos de Administración General y una Técnica de Administración Especial de Ciencias de la Información. Todos lucían sus mejores galas.

«Me presenté en plan random», confiesa Lluís Mesana, que en realidad se había preparado las oposiciones para letrado municipal de la administración local en Barcelona. «Me las estuve preparando tres o cuatro años. Y mientras, trabajaba y hacía másters». Al final, se presentó para Cort. Su madre, Pura Marí, se hacía fotos con él: «Están muy preparados. Los funcionarios hacen mucho por los demás». Los afortunados no olvidaban la dureza de las oposiciones, al nivel de los Juegos del Hambre, sometidos a rocosas pruebas con temarios infinitos, fue una contienda por conseguir una plaza contra decenas de contrincantes preparados y con los codos desollados de estudiar.

Pancartas y ovaciones en la sala de plenos de Cort para los nuevos funcionarios
Pancartas y ovaciones en la sala de plenos de Cort para los nuevos funcionarios.

Karla Solís se preparó durante cinco años y sus hijas se iban haciendo mayores. Ella se ha hecho con una de las nueve plazas, a las que se presentaron 250 personas. «Llegaba a estudiar 14 horas al día. Sin mi marido no lo habría conseguido». El funcionario ‘consorte’, José Manuel Tous, sonríe a su lado: «He sido padre soltero». El proceso es tan duro que hay parejas que no sobreviven a una oposición. Ahora Karla reconoce que tiene mucho tiempo libre: «Hago deporte».

Los nuevos funcionarios, junto al alcalde José Hila, y los regidores.
Los nuevos funcionarios, junto al alcalde José Hila, y los regidores.

Irene López estaba arropada por toda su familia. «He hecho oposiciones y sé lo que es. Y las suyas han sido extremadamente difíciles», dice su madre, Albina. Irene recuerda el «estrés sostenido en el tiempo» y los encierros durante dos años, mientras trabajaba y cuidaba de sus hijos. «Hay que estar dispuesto a hacer un gran sacrificio», reconoce. Y sonríe aliviada y tranquila.