El ruido, uno de los pricipales problemas de los vecinos de Palma. | Jaume Morey

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Con la llegada del calor, los vecinos de Palma sufren el incremento de temperatura y de decibelios. La ciudad bulle de actividad pero tiene su contrapartida: dormir se convierte en un suplicio. O en un lujo. El kit ventanas cerradas, aire acondicionado, tapones de los oídos e incluso somníferos es imprescindible en muchas calles de la ciudad.

José vive en la plaza del Coll. Hasta ahora, porque ya está buscando otro piso de alquiler. Es la resistencia en un barrio donde «hay mucho alquiler vacacional legal». Pese a que está rodeado de terrazas, advierte que su problema «son los músicos que tocan debajo de nuestros balcones. O tocan la guitarra o cogen cubos de plástico y los golpean.... Hay una señora que está mal de la cabeza y se pone a gritar. Ese sonido te entra en casa y no puedes estar tranquilo».

Admite que en las terrazas «cumplen sus horarios» y que la plaza está protegida acústicamente, pero «hay muchos borrachos cuando todo cierra y se quedan aquí a hacer botellón. Nadie hace nada. Llamamos a la policía, vienen una vez y hasta luego. Queremos irnos de aquí, es inaguantable. Trabajo en casa y escribir con una loca pegando gritos...». Vive en un tercero con ventanas de doble cristal pero la plaza del Coll tiene una acústica magnífica, propia de un anfiteatro romano. «Todos los vecinos nos vamos de aquí porque no se puede aguantar más», dice José.

Carteles de quejas de vecinos por el ruido

El ruido, por desgracia, es una plaga que se extiende por cualquier rincón. Así que los damnificados de este cáncer acústico se multiplican. Francisca Lagartera se declara «'alcaldesa' de Santa Catalina y de alma después». Lleva siete años viviendo en el barrio, «siempre de alquiler, aquí no se puede comprar». Su primera vivienda del barrio, una planta baja, «estaba sin reformar. Tenía los cerramientos originales de 1901 y lo oías todo. La gente no piensa que aquí viven personas».

Lagartera advierte que «los restaurantes no dieron ni un solo problema porque tenían su horario de cierre. Nunca he estado en contra de la restauración, sino de la fiesta salvaje y el desmadre».
En Santa Catalina, barriada conocida por sus movilizaciones vecinales, se concentra un buen número de locales, algunos de ellos bares que abren hasta la madrugada. «Soy autónoma y siento el mayor respeto por la gente que se busca la vida honradamente, pero hay bares y discotecas que deberían abrir en un polígono porque así no molestarían a los residentes», afirma la ‘alcaldesa’ del barrio.

Lagartera vive ahora en un piso con ventanas de climalit y para dormir tiene que cerrar a cal y canto, con tapones de cera y ventilador. «Mallorca es la nueva Ibiza y la fiesta salvaje ha venido aquí, a mi barrio», sentencia. A sus puertas se encuentra «yonkis, orina, heces, vómitos y gente que practica sexo». Maribel Alcázar, presidenta de la Federació d’Associacions de Veïns de Palma, confirma que «la ciudad se vuelve insufrible en verano. Sobre todo por la noche, pero también de día en zonas afectadas por el turismo masivo». El alquiler turístico, el desembarco de «10.000 cruceristas» y «los ritmos de la gente de vacaciones frente al residente que trabaja» suponen un choque de trenes sin remedio.

El ruido, uno de los pricipales problemas de los vecinos de Palma

«Las zonas contaminadas por el ruido han ido creciendo. Ya se empiezan a mover los vecinos del Passeig Marítim, Coliseu, Son Espanyolet, pero también por Bons Aires o Ses Veles». Para Alcázar el problema está en que «se extiende la actividad de ocio nocturno como una mancha de aceite. No hay control y sí permisividad en zonas que son residenciales».

La presidenta de la Federació solicita al nuevo Consistorio «que alcaldía nos reciba de inmediato y se siga trabajando con las cinco regidurías y entidades que formaban parte de la Mesa por la Convivencia que actuaban en conjunto para solucionar el problema del ruido. El descanso de muchos está en juego.