Antònia Frontera posa frente al mar en Son Serra de Marina.

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Son Serra de Marina solo tiene dos calles con nombre de persona: Joan Massanet, su fundador y ex alcalde de Palma (1954 -1963); y la otra, dedicada a Joan Frontera, quien llegó al núcleo en 1958 para regentar el bar restaurante Can Frontera con su esposa, Margalida Dalmau, y sus tres hijos, convirtiéndose en una de las primeras familias establecidas allí. La niña, Antònia Frontera, pronto descubrió su talento para la música, una profesión que combinó con la de modelo y con empleos relacionados con el turismo hasta su jubilación. Desde junio es la delegada municipal para transmitir las demandas de sus vecinos.

¿Cómo era Son Serra cuando usted lo conoció con ojos de niña?
— Mi madre era la cocinera de Can Frontera desde que compramos el bar, el día del Corpus de 1960. Al poco tiempo venían los primeros turistas a comer, siempre pedían patatas y ensalada, pero terminaban probando la comida mallorquina que ella les preparaba. Mi padre, que era un showman, les invitaba a licor de herbes y les decía «medicin», era muy divertido. Cuando abrieron el hostal Mari Cruz, en 1966, los huéspedes venían al bar con un mapa en la mano preguntando dónde estaba Son Serra, porque ni siquiera salía en los mapas de Mallorca. Aquí vivía muy poca gente y los primeros fueron a menudo artistas en busca de tranquilidad y anonimato.

Son Serra se ha urbanizado mucho, ¿Aún ofrece esa paz?
— Sí, aquí se pasa desapercibido. Y sigue siendo un lugar muy tranquilo entre semana. Excepto los meses de julio y agosto los fines de semana, que se desborda con gente de toda la Isla.

¿Cuáles son los principales problemas del vecindario?
— El tema de la basura que dejan algunos visitantes es lo peor. No son todos, pero muchos vienen a disfrutar de la playa y luego dejan sus bolsas de basura y cajas de pizza por todo. También necesitamos una guardería, porque cada vez hay más parejas jóvenes que se quedan a vivir.

¿El incivismo tiene remedio?
— No podemos tener un policía en cada esquina. Lo único que hemos podido hacer es que cada lunes, el Ajuntament nos manda un camión a recoger todas estas bolsas. Así mantenemos el pueblo limpio, como nos gusta.

¿Cómo les va la recogida puerta a puerta implantada en 2020?
— Está funcionando, siempre hay algunas pegas, algunos que solo pasan en Son Serra el fin de semana, sacan el domingo las bolsas que no se recogerán hasta unos días después. Pero también tenemos un Punto Verde para dejar cada fracción. Y se ha tenido que dejar solo una puertecita, porque lo llenaban de muebles y trastos de otros pueblos.

Volvamos a los años ‘60, ‘70 y ‘80, cuando actuaba con el Grup Frontera, ¿Qué recuerdos tiene?
— Muy bonitos. Eran los primeros años del turismo y no tenía nada que ver con lo que hay ahora de «botellón», los turistas disfrutaban con lo que les ofrecíamos. El grupo lo formábamos mi padre, en Sebastià coco de Muro y yo, que me incorporé con 12 años. Solo existían Els Valldemossa y el Grup Frontera, éramos fijos en bodas y comuniones, hoteles, verbenas y salas de fiesta. Cada noche había entre 900 y mil personas de público y productores ingleses, alemanes, nórdicos, etc.

Era cantante y modelo, algo poco habitual para una mujer mallorquina de aquella época...
— Siempre he dicho que mis padres fueron adelantados a su tiempo. Mis hermanos trabajaban en la cocina pese a ser hombres, y a mi me tenían atendiendo fuera para que no me cortara y no pudiera tocar la guitarra. Nunca me dieron una hora para volver cuando salía. Como modelo, promocionaba Mallorca en desfiles y salí en la portada de numerosas revistas extranjeras que los turistas me mandaban; aquí pocos tenían cámara.

¿Cómo ha logrado Son Serra librarse de los hoteles y la explotación turística?
— Somos el lugar donde mejor se ha logrado que se construya despacio y bien, principalmente porque los solares que hay son pequeños y porque nuestras playas no tienen servicios.

¿Cómo ha cambiado el perfil del residente en Son Serra?
— Los primeros eran de Palma, Consell, Santa Maria e Inca. Compraban un solar y se hacían una casa. Ahora es más difícil, el último solar se ha vendido por 200.000 euros. No es un pueblo de jubilados, hay de todo, médicos, maestros, trabajadores de hostelería, etc. Y a raíz de la pandemia, mucha gente de Palma ahora vive aquí todo el año.

¿Cómo le va como delegada?
— Estoy feliz con la propuesta, yo soy de Son Serra, lo amo y por la gente que me ha felicitado, me siento también muy querida aquí. Los vecinos hacen sus demandas con mucho respeto.