Pere Perelló en una de las salas del archivo municipal de Sa Pobla. | Juanjo Roig

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Pere Perelló i Payeres (sa Pobla, 1960) acaba de publicar Els magrebins a les Illes Balears. Entre el costum, la cultura i la religió (Lleonard Muntaner Editor). Su curiosidad por el fenómeno migratorio y por el mundo islámico surgió gracias a su labor como policía local de Sa Pobla, cuando a principios de los ochenta entró en contacto con los primeros marroquís que llegaron al pueblo para trabajar en el campo.

¿Cómo arrancó este fenómeno migratorio en sa Pobla?
—La campaña de exportación de la patata se había convertido en una locura de trabajo y a principios de los ochenta llegaron desde Madrid tres o cuatro jóvenes marroquís que, curiosamente, eran hijos o nietos de la guardia moruna de Franco. Año tras año el fenómeno se hizo imparable y a mitad de década en sa Pobla ya había una pequeña comunidad de jóvenes solteros magrebís que vivían juntos. Sobre 1988 nos mandaron algunas directrices a la Policía Local de sa Pobla desde Delegación de Gobierno, para identificar y enviar a Extranjería a ese grupo, que no tenían permiso de trabajo. Fue en ese momento cuando nos empezamos a plantear el absurdo que suponía la situación, con hombres que se buscaban un futuro mejor y unas administraciones —no las personas que trabajan en ellas— que se desentendían de la situación.

¿Qué fue lo que le cautivó para emprender su viaje de conocimiento?
—La mirada. No recuerdo los nombres de los primeros magrebís que llegaron a sa Pobla, pero no olvido su mirada digna, limpia, llena de humildad y de supervivencia. A partir de 1986 entré en contacto directo con ellos, me sentaba con ellos y me dí cuenta de que cuanto más sabes, más lo aprecias y valoras.

¿Qué cambios se produjeron con la llegada del nuevo siglo?
—Antes, con la ley de Extranjería de 1995 comenzó un proceso de reagrupación que se dio en toda la Part Forana, no solo en sa Pobla. Entre los años 2000 y 2005 se produjo una oleada migratoria que conllevó un cambio de paradigma hacia una sociedad multicultural. Por eso digo que focalizar el fenómeno migratorio en sa Pobla es un error, ocurre en toda la Part Forana. Aquí fuimos pioneros, pero ya no somos los protagonistas.

Fue también la época donde se empezó a hablar del concepto de integración...
—Producto del desconocimiento y del miedo. Los locales hablaban de integración total, mientras que los recién llegados no querían perder sus raíces. El desafío que existía y existe es el de encontrar espacios comunes. Desde el Ajuntament se hizo un gran esfuerzo en tres aspectos clave como la escolarización, la sanidad y la vivienda.

Aún así, no se ha alcanzado la interacción entre comunidades.
—La sensación que existe es que vivimos en un mismo espacio pero en planos paralelos. Es algo que debemos aceptar y ahora estamos viviendo una nueva ola migratoria procedente principalmente de Colombia con la que deberemos convivir, quitarnos miedos y desconocimientos, porque es imparable. Tenemos que acercarnos y mirarnos a los ojos los unos y los otros. Es el futuro, nos guste o no.

¿Cómo encaja todo esto en la sociedad mallorquina?
—Me pregunto si alguien ha hecho terapia con los mallorquines para averigüar cómo han pasado el proceso de duelo, miedo y aceptación ante la llegada de personas de otros países y culturas. Es una cuestión que ha quedado pendiente: el saber cómo lo vivieron hace veinte años, cómo lo viven ahora y cómo lo vivirán a treinta años vista.

¿Qué puede decir del papel de la mujer en la inmigración magrebí en Mallorca?
—La mujer siempre ha sido importante, no hay que verlo desde la perspectiva occidental. Se ha encargado de la familia y de la casa, aunque ahora está en una nueva situación porque accede al mundo laboral. Lo que habrá que ver ahora es qué efectos produce en el ámbito familiar esta circunstacia. Otro aspecto es que las mujeres musulmanas se mueven por redes sociales y, a nivel mundial, sufren la presión de un discurso islamista muy conservador que supone una contradicción con el ámbito local.

¿Por qué separa costumbres, cultura y religión en el título de su libro?
—Aprovecho para decir que el protegonista del libro no soy yo, son ellos y nosotros, los que acogemos y los acogidos. El libro va de conocerlos, yo no tengo ninguna importancia. Incluí los tres conceptos por separado porque cuando indagas en ello te das cuenta de que, por ejemplo, lo que a veces se viste de religión no es más que una costumbre transmitida por tradición familiar. Por desconocimiento tendemos a aglutinarlo.