El Papa estuvo arropado en todo momento por el calor del pueblo mexicano.

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JUAN LARA/MÉXICO Juan Pablo II proclamó ayer santo al indio Juan Diego en una sugestiva y emocionante ceremonia celebrada en la basílica de Guadalupe, en Ciudad de México, en la que hizo una cerrada defensa de los indígenas, al exigir que se respeten y defiendan los valores de cada grupo étnico.

«México necesita a sus indígenas y los indígenas necesitan a México», dijo con voz clara el Pontífice, cuyo aspecto era muy cansado y tenía problemas para respirar, algo normal después de nueve días de un intenso y fatigoso via je. También expresó su «profundo respeto y admiración» por todas las etnias indígenas y afirmó que es necesario apoyar sus legítimas aspiraciones. Sin duda, la homilía fue una continua alabanza a los indígenas y es que de los casi cien millones de mexicanos, el diez por ciento son indios.

Según la tradición, a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «Aguila que habla», o «El que habla con un águila», se le apareció la Virgen de Guadalupe en tres ocasiones en 1531 en el monte Tepeyac, cerca de Ciudad de México. El anciano Pontífice dijo que, al elegir a Juan Diego, Dios demuestra que no repara en distinciones de razas o de culturas y agregó que el ya santo, al acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, facilitó el encuentro fecundo de dos mundos y se convirtió en un protagonista de la nueva identidad mexicana.

El Papa manifestó también que el «acontecimiento guadalupano» significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que rebasó todas las expectativas. En este contexto, resaltó que Guadalupe y Juan Diego son un modelo de «inculturación», es decir el mensaje de Cristo tomó los elementos centrales de la cultura indígena y los utilizó para transmitir el Evangelio. El momento más emocionante de la ceremonia fue cuando tras la proclamación de la santidad, jóvenes indígenas vestidos con sus coloridos trajes y adornados con plumas de pavo real y faisán, que simbolizaban a la águila azteca, entraron en el recinto religioso, danzando en señal de gracias. Después los indios danzaron en el altar mayor, ante la atenta mirada del Papa.

La proclamación de la santidad se produjo ante la imagen de la Virgen de Guadalupe, que preside la basílica y que está rodeada de una inmensa bandera mexicana. Con la canonización de Juan Diego, el Papa ha proclamado en sus 23 años de pontificado un total de 464 santos. También ha proclamado 1.288 beatos, que hoy serán dos más, cuando beatifique a los mártires de la zona de Oaxaca.