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El caso del británico Andrew Wardle se hizo bastante conocido hace unos años cuando trascendió su condición: a causa de una malformación había nacido sin pene. Una vez tratado e implantado un pene biónico de 50.000 libras (56.225 euros) el hombre se disponía a hacer vida normal, también desde el punto de vista sexual, pero su primer contacto no resultó como esperaba.

Según se hacen eco numerosos medios de ámbito internacional, Wardle entró en coma poco después de mantener su primera relación.

Hacía unos meses que había optado por un cambio de vida radical y tras varios procesos fue sometido a una compleja y larga operación para implantarle un miembro que, a pesar de ser artificial tenía mucho de él; en el proceso se usó piel, músculos y hasta una vena del paciente.

El postoperatorio no fue menos delicado y, por ejemplo, tuvo que pasar dos semanas con una erección a modo de prueba para comprobar que todo funcionaba correctamente.

A sus 45 años y con una nueva perspectiva por delante se dispuso a perder la virginidad con su novia, aunque después lo que perdió fue la conciencia. Lo encontraron tirado en el suelo y pasó en coma cinco días.

Los médicos supieron que todo se desencadenó como consecuencia de la retirada de su vesícula biliar.

Ahora, ya recuperado, Wardle se muestra feliz de poder vivir las mismas experiencias que la mayoría de los mortales.