Juan Pedro es bombero y músico. | Alejandro Sepúlveda

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«Demasiado rockeros para la peña hardcore, demasiado hardcore para el clan garajero, demasiado ruidosos para la gente en general. ¿Qué son entonces Cerebros Exprimidos? Simple y llanamente la más rabiosa guerrilla punk rock que ha dado este país en décadas». La revista Ruta 66 lo tenía claro. Juan Pedro Muñoz, uno de sus componentes, arrancó una placa de un poste de electricidad que ponía «No tocar. Peligro de muerte» y la pegó en la funda de su bajo Ibanez.

El instrumento aún le acompaña. Muñoz formó parte de Ruina Social primero y luego, a los 16 años, fichó por los Cerebros Exprimidos en el 86. «Yo no tenía sentido musical y un colega me dijo que escuchara una emisora que ponía una música de puta madre: Radio 3. Mi familia se acostaba y yo, de 00.30 a 1.00, escuchaba Esto no es Hawaii», cuenta Muñoz, que compagina su trabajo como bombero de Palma con dos grupos de versiones: Capitán Cola y Plan B.

Era el «raro» de su pandilla. «Me compraba unos Levi’s negros, les echaba lejía, los rompía y les arrancaba el logo. Salía a la calle y las vecinas me miraban como si hubiera matado a alguien. Hacía algo que no era lo habitual, que era tocar en un grupo punk». El bombero reflexiona acerca del género. «El punk no es que sea mejor que otro estilo musical, pero da opción a que cualquiera pueda tocar sin tener ni idea. Yo aprendí a tocar el bajo con una guitarra española».

En 1989 grabó su primer disco con Cerebros Exprimidos y un año después ingresó en el cuerpo de bomberos. Dejó el grupo mientras preparaba las oposiciones y en la academia se unió a Las balas de Washington, una banda liderada por el abogado ‘Chiqui’ Herrero. Solo estuvo tres meses.

El bombero ha retomado el bajo tras 27 años. Con Capitán Cola debutó en una residencia de ancianos de Palma. «Tengo allí a mi madre y cuando la psicóloga se enteró de que tenía un grupo me dijeron que fuera. Apartaron todas las sillas del salón de actos y en primera fila veías a gente roncando. Me gustó mucho debutar en un geriátrico, fue muy chulo», recuerda el bombero rockero.