Desde ni se sabe cuándo, la imagen de Ramon Llull de la cueva de Cura está así. | Click

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Hace unos días nos encontramos con Juan Montañez, que nos hizo un   balance más bien positivo de lo que está siendo Arte y Sociedad, a través del cual ha logrado reunir a 29 pintores y once fotógrafos mallorquines para que expongan una de sus obras. Paralelamente, ha conseguido que en dicho espacio, un par de veces a la semana, alguien haya pronunciado una conferencia sobre asuntos que tienen que ver con curiosidades y lo cotidiano.

«Vamos a seguir»

Puede que, salvo el día de la presentación, no haya acudido, en cuanto a número, la gente que se esperaba, no por el contenido de la misma –ni el de las conferencias–, sino más bien porque el verano, y más un verano como este, en que las temperaturas han hecho que nos quedemos en la playa, o en casa, no es el tiempo más adecuado para asistir a actos culturales celebrados en espacios cerrados.    «Por eso no me he preocupado, puesto que contra el clima no puedes luchar… Ahora bien, de lo que sí estoy contento es de ver que una actividad de este tipo se puede organizar siempre que haya gente dispuesta para hacerlo, que la hay, y si la motivas, más todavía, como ha quedado demostrado en este caso con los pintores. De ahí que vamos a seguir durante el otoño e invierno. Incluso vamos a mirar de encontrar espacios del Ajuntament o de otras instituciones, porque la Cultura tiene sus seguidores y los distintos colectivos culturales tienen ganas de dar a conocer sus trabajos. Así que, por lo que a nosotros respecta, vamos a seguir…».

Desde hace muchos años...

Por otra parte –siguiendo con el tema cultural–, Montañez nos recuerda una historia –lo de historia es porque es real– que sucedió hace quince o veinte años, y con la que se ha reencontrado hace un par de semanas. «Una historia que tiene que ver con una figura muy relevante del mundo de nuestra cultura, pues es reconocida en cualquier lugar de la Tierra. Me estoy refiriendo a Ramon Llull».

Para ello, como decimos, se tiene que remontar a bastantes años atrás, «a cuando conocí al ya desaparecido escritor, psicólogo y filósofo argentino Enrique Mariscal, autor de más de treinta libros, entre ellos El poder de lo simple, El arte de navegar por la vida y Jardinería Humana, quien me pidió que le acompañara a un lugar, para él muy especial, y que no era otro que la cueva situada en la colina en cuya cúspide se levanta el santuario de Randa, donde, según cuenta la tradición, el mallorquín Ramon Llull encontró la iluminación. Una vez allí, nos encontramos con que la escultura del beato, que está en la entrada, había sido decapitada, y que sus manos y uno de sus pies habían sido cortados por no se sabe qué bárbaro, ni tampoco se sabe con qué intenciones concretas lo hizo. Aquella imagen impactó tanto en Enrique, admirador del sabio mallorquín, que no paró de mostrar su incomprensión ante tal barbarie. No daba crédito a lo que estaba viendo, no solo por el estado de la escultura en sí, sino porque nadie la hubiera restaurado. Pues bien, hace tres semanas me acerqué de nuevo al lugar, y una vez en él tuve la impresión de que por él no había pasado el tiempo, puesto que todo seguía exactamente en el mismo estado que se encontraba cuando Enrique fue a ofrecerle su homenaje personal al beato mallorquín. Mirando la decapitada y mutilada imagen de este, llegué rápidamente a la conclusión de que no había ningún interés en resolver esta afrenta hecha a uno de los mallorquines más conocidos, reconocidos y admirados por su obra en el mundo, puesto que, como digo, la estatua seguía en las mismas condiciones deplorables de entonces. Observándola, sentí como una rabia interior, a la vez que recordaba que no hacía mucho se hizo una convención en Palma en la que se loaba al sabio mallorquín… Sin    embargo, su imagen, ahí estaba… Ante ella,    prometí hacer todo cuanto esté en mi mano para que se restaure lo más pronto posible… No sé cómo lo haré,    pero lo voy a intentar.».

«No entiendo tanta dejadez»

Luego, Montañez nos contó que subió hasta la cima de la colina, donde, para su sorpresa, se encontró con un restaurante, «que me pareció de lujo, con bastante gente en sus mesas, seguramente ajena a la afrenta que se le hizo a Ramon Llull, destrozando su imagen, y que se le sigue haciendo manteniéndola como aquel descerebrado la dejó. ¿En casi veinte años no ha habido alguien que haya reparado en este atentado…? –me pregunté–. Porque no entiendo tanta dejadez y olvido hacia héroes que han surgido de esta tierra y que con su obra han contribuido en ponerla en el mapa mundi».

Hace cuatro días, Montañez    volvió a la cueva del beato, ahora acompañado por Nunc, uno de los referentes en España en cuanto a temas espirituales, y autor de varios libros. El pasado domingo, día 24, aprovechando que se encuentra en Mallorca, se acercó con él a visitar la cueva , en la que todo seguía igual. «Posteriormente, me puse en contacto con el escultor Iván Elenkov, que en su día hizo la escultura del sabio mallorquín que se encuentra junto a la iglesia del santuario, y me dijo que hacía muchos años un grupo de alemanes, al parecer residentes en la zona de Algaida, se habían ofrecido a sufragar los gastos para reponer la malparada escultura, pero que ni así se había afrontado el asunto con éxito».

¿A qué esperan para restaurarla?

Llegados a este punto, Juan se pregunta que por qué, en un caso como este, «para restaurarla, no se echa mano de los fondos de la ecotasa, esos que en ocasiones se dedican a sufragar de forma cuestionable conciertos de música con fines presumiblemente ideológicos. O a qué esperan para intervenir en este asunto los seguidores de Ramon Llull… Los lulistas. ¿Por qué no han tomado cartas en el asunto ya? ¿Y qué opinan de todo esto sus vecinos, los franciscanos del santuario…?    Porque no es restaurar una escultura, es restaurar un símbolo de nuestra Cultura. Es como tener en la puerta de tu casa, durante veinte años, a un inválido y no prestarle ayuda –y apostilla–, tras indagar en el pueblo de Randa, me consta que hay personas a las que les gustaría ver esta figura restaurada. Por ello, espero que dentro de un año, cuando vuelva a pasar por allí, la imagen tenga su cabeza, manos y pie».