Cursaron el taller Núria Guasp y María Domínguez, educadoras sociales; Francesca Palou, profesora;Aina Compre, actriz y creadora escénica; e Irene Soler, actriz y monitora del proyecto de teatro social ‘Migracions’. En la imagen de la izquierda, con el dramaturgo Jesús Muñoz. | Teresa Ayuga

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Llevar las propuestas hasta el extremo», «Hacer las cosas de verdad», «¿En qué conecto personalmente con la temática?», «¿Quién decide qué es lo correcto?», «El pensamiento es mucho más libre que la palabra». Estas frases, escritas en papeles pegados en la pared del escenario del Teatre del Mar, recuerdan puntos clave del taller ‘La creación teatral en colectivo. De lo particular a lo universal’ a sus cinco participantes, mientras escenifican una conversación improvisada sobre roles de género, que finaliza con un desaforado baile colectivo. Algunas de ellas son profesionales de la acción social y educativa, otras vienen de las artes escénicas, y esta es solo una de las dinámicas de esta formación, a cargo del director y dramaturgo Jesús Muñoz, de la compañía valenciana El Pont Flotant. El fin es dar herramientas a las profesionales para que puedan organizar y acompañar un proceso de creación escénica colectiva en su día a día profesional. El proceso ha arrancado poniendo sobre la mesa temáticas sobre las que las participantes quieren hablar: comunicación, sinceridad, sexualidad, tabúes, máscaras, estereotipos... A partir de ahí, desarrollan diferentes dinámicas para llevar esos temas al escenario.

«Para las que no estamos metidas en el mundo teatral, es todo un reto. Estamos acostumbradas a un día a día en el que tenemos que restringir nuestro mundo interior, y más en nuestra profesión, donde debemos medir muy bien las palabras que utilizamos», señala María Domínguez, educadora social que trabaja en un servicio de acogida de víctimas de violencia de género. «En el teatro, la libertad de expresión es absoluta, y eso te libera pero al mismo tiempo cuesta. Es un trabajo personal muy positivo para nosotras», asegura.

«Es una profesión en la que estás dando continuamente, con una mirada muy hacia afuera. En el teatro, nos permitimos parar y mirarnos a nosotras mismas, ver cómo estamos corporal y emocionalmente, romper con tabúes, dar rienda suelta a nuestra locura y nuestra imperfección», incide Núria Guasp, educadora social que desarrolla su actividad profesional en un centro de acogida de familias. Todo ello, por supuesto, se refleja en su desempeño profesional. «Tener la experiencia de la creación escénica te ayuda a transmitir mejor y empatizar con los usuarios. Incluso, de alguna manera, puedes crear un cierto personaje para entrar mejor en su mundo y poder ayudarlos», añade Domínguez. «El teatro, además, es una herramienta muy potente para romper el drama. Porque en nuestra profesión, tratamos dramas muy fuertes, y es muy útil poderlos abordar a través del teatro y el humor», remacha.