Javier es especialista en captar aves, anfibios, reptiles y, en especial, insectos, en su hábitat natural. Sus imágenes pueden verse en su cuenta de Instagram @javier_aznar_photography, una galería imprescindible. | JAVIER AZNAR

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Existe todo un mundo imperceptible para la mirada humana; con su cámara, Javier Aznar (Madrid, 1989) se dedica a desvelarlo. Este fotógrafo, licenciado en Biología y miembro de la Liga Internacional de Fotógrafos Conservacionistas, impartió ayer tarde en Foto Ruano un taller de macrofotografía, la disciplina que nos permite disfrutar de lo indiscernible.

«La macrofotografía permite que nos fijemos en los detalles. Es el retrato de un ser muy pequeño: ves que el insecto tiene cara e incluso lo antropomorfizas. Además, aunque yo esté más interesado en la historia natural, la macrofotografía tiene mucho potencial a nivel artístico: la naturaleza nos ofrece un abanico increíble de posibilidades en formas, detalles, colores. En tu jardín puedes hacer fotos impresionantes», afirma Aznar, cuyas imágenes han aparecido en medios como National Geographic o BBC Wildlife, y que defiende la fotografía como una herramienta para la conservación y la sensibilización social en torno a la fauna y flora: «No puedes conservar aquello que desconoces; fotografío especies que nunca se han captado, doy a conocer lo que tenemos y podemos perder».

Aznar ha realizado reportajes en Bolivia, Perú, Costa Rica o Marruecos, aunque el grueso de sus imágenes las ha tomado en Ecuador, «país más pequeño que España, pero que alberga una biodiversidad brutal: cuenta con más de un millar de especies de reptiles y anfibios, por poner un ejemplo», explica el fotógrafo, cuya gran pasión son los insectos.

Trabajo de campo

En 2015 llegó a Ecuador con el fin de fotografiar Membracidos, familia de insectos hemípteros, poco documentada, que cuenta con más de 3.000 especies en el mundo. «Cuando vi el primer ejemplar me pareció fascinante y apenas había fotografías», explica Aznar quien a través de sus fotos ha llegado a descubrir especies desconocidas, «solo comparto localizaciones con científicos, ya que hay mafias dedicadas al tráfico de animales en peligro de extinción, con un alto valor en el mercado negro. Cuando publiques una foto en Internet nunca digas donde ha sido tomada. No sabes qué persona está detrás de la pantalla».

Una de las particularidades de Javier es que casi todos los animales que fotografía están en su hábitat natural, y encontrarlos no resulta algo sencillo. Las expediciones a la naturaleza pueden durar semanas, y meses, requieren de una buena preparación física y mental; en su última incursión en territorio ecuatoriano, en la región del Chocó, Javier perdió ocho kilos en un mes. «La preparación física es importante, porque en el día de campo debes transportar una bolsa de 20 o 30 kilos por la naturaleza y comes peor que en tu día a día. También se requiere una buena fortaleza mental, porque pasas calor, te comen los mosquitos y estás hasta la madrugada buscando animales. Aunque siempre acabo muy contento», señala Javier, que en sus incursiones ha visitado poblados indígenas, «les sorprenden mis fotos, porque nunca han visto un insecto de tan cerca. Tienen un respeto por la naturaleza mucho mayor que la gente en general».

Además de esto, también se necesita un conocimiento profundo del mundo animal, «debes acercarte con respeto e intentando haber aprendido algo de ellos antes del acercamiento, nunca sabes con qué te vas a encontrar», afirma el fotógrafo, que para conseguir las imágenes macro se coloca a veinte o treinta centímetros del animal, aunque para las especies más peligrosas usa un teleobjetivo.