Ellos son el búlgaro Krasimir y los letones Pavel e Ivars, estos últimos con una salud delicada. Viven de lo que sacan aparcando coches.

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Como nos consta la preocupación que durante el mandato de Hila ha tenido el PP respecto a la situación de los sin techo, ahí dejamos un –otro– ejemplo, para que quienes vayan a mandar dentro de unos días no los olviden, sino que estudien la situación en que se encuentran, el por qué llegan a ella, y pongan remedio.

Vivir en compañía de gatos

En una de las que fueron viviendas de los funcionarios de la vieja cárcel de Palma, sita en la carretera de Sóller, a no mucha distancia de donde se encuentra la cárcel nueva, viven cuatro personas, los letones Pavel e Ivars, el búlgaro, Krasimir y la inglesa Victoria, además de doce o catorce gatos, a los que alimentan con pienso. Eso en esa vivienda en concreto, que en otras próximas también vive gente… Incluso en una, hace una semana, se murió una persona. Porque los hay que no tienen nada, ni siquiera nadie que los acompañe en su último viaje.

Un búlgaro, dos letones y una inglesa sobreviven en la cárcel vieja de Palma.

Volviendo a estas cuatro personas… Sus condiciones de vida en este cuchitril son de lo más insalubre, por lo que no se las deseamos a nadie, y más cuando tres de ellos no andan muy bien de salud. Sí, los dos letones están enfermos, por lo que no pueden trabajar, pero tienen que vivir, mientras que la chica, que cruza los brazos por detrás de su cabeza, con un mono de mil pares de demonios que se ha adueñado de su cuerpo y mente, no se mueve de la cama, que a la vez hace las funciones de armario, pues junto a la almohada se amontonan el pantalón y otras prendas de vestir. Cubierta con un edredón blanco, permanece gran parte del día, a veces con los ojos abiertos, pero sin mirar a ninguna parte… Y también ha de vivir… Pero en ese plan, casi siempre más p’allá que p’acá…. Porque ya me contaréis.

Trabajan de guardacoches

Así, pues, el único que está bien, sin problemas físicos, es el búlgaro, que además es quien mejor habla español. Porque con los otros nos entendemos, dentro de lo que cabe, claro, a través del traductor de los móviles.

¿Trabajan…? Pues los dos letones y la chica, no. Sus condiciones físicas no se lo permiten. Los dos compatriotas, de entre una montaña de papeles que han sacado de varios sobres de plástico que guardan no sabemos dónde, tratan de explicarnos cómo es su situación médica y económica… Que ambas son malas. ¡Pésimas! Y encima han de tomarse medicinas que han de comprar de lo que buenamente consiguen los tres aparcando coches en las calles de Palma, que no va más allá de los 30 euros –los tres– cada día… Que hay días que ni eso, como los sábados de medio día en adelante y los domingos, durante todo el día, lo que significa que al mes serán unos 700 euros, o por ahí, que repartidos entre cuatro y los doce o catorce gatos… Pues echad cuentas: unos 175 por barba al mes, de lo que hay que descontar lo que se comen los mininos, que dentro de lo que cabe se lo tienen bien ganado, pues, además de hacerles compañía, evitan que las ratas entren en el piso, en el que reina un desbarajuste, dentro de lo que cabe organizado, pero que no puede siquiera camuflar la realidad: paredes desconchadas y negras, una bombilla que se enciende milagrosamente, pues la cárcel vieja no tiene luz eléctrica, suelos sin baldosas, una habitación que hace las funciones de cocina, donde los cacharos se amontonan, salón, comedor y dormitorio, con camas bajas cubiertas con mantas de color beig, y entre dos de ellas una especie de mesita atestada de medicinas… Calor en verano y frío en invierno, dado que las ventanas no tienen cristales y las puertas, excesivas rendijas… En la otra parte del pasillo está el WC, con bañera e inodoro, a decir verdad muy limpio y ordenado, eso sí, con las paredes ennegrecidas y la ventana sin cristal, y una especie de trastero, con un tendedero de quita y pon, dos carritos de super- mercado en los que se apilan garrafas de plásticos que llenan con agua en la fuente que hay a unos trescientos metros, una bici…

Perdidos en la nada

Pues bien, en tan mugriento habitáculo de la vieja cárcel de Palma, rodeado de basuras por doquier, viven cuatro personas abandonadas de la mano de Dios y de los hombres, y no pasa nada… Cuatro personas cansadas de dar pasos, de ir de un sitio a otro, para intentar arreglar su situación, que no la arreglan pues andan perdidos, sin que nadie les asesore, y sin saber a dónde ir para que les orienten… Dos de ellas enfermas y una tercera drogadicta, que tras haber recorrido muchas veces ese camino hacia la nada, han terminado por bajar los brazos, y junto con la que está más entera, tirar p’alante como sea. Porque… O eso, o morir.

Nos cuentan que las únicas ayudas que hoy reciben son las de la Asociación Gente sin casa, de la que no saben darnos su dirección, o el teléfono, y que nosotros, haciendo pesquisas, tampoco hemos encontrado, porque bueno sería poder hablar con ellos. Mientras tanto, a quien corresponda a partir del sábado, ahí les dejo esto… Que más evidente no puede ser. Así que, a ver que hacemos con ellos, y con otros cómo ellos...