Imagen de la salida del Lluc a Peu 2023. | Pere Bergas

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Caminar para descubrir, olvidar o recordar. O simplemente para avanzar. Decía Machado que al andar se hace el camino. Y en la noche del sábado al domingo, aunque todos compartiesen ruta y destino, cada viaje fue distinto. Alrededor de 2.800 personas se reunieron anoche en la plaza Güell de Palma para participar en la 49 edición de la Marxa des Güell a Lluc a Peu, caminata nacida en el verano de 1974, cuando la pequeña Marita Barceló, como si fuese un milagro, se levantó ilesa tras caer en la terraza del antiguo bar Güell con un sifón en sus manos. Después del estallido y ver a la niña sin un rasguño, Ramón Martínez, un cliente habitual del bar, exclamó: «¡Es un milagro! ¡Como para subir a Lluc a pie!», y entonces su voz se convirtió en tradición.

Con el sol poniéndose, los primeros marxaires llegaron a la plaza sobre las 20.30 horas, y todavía había quien recogía sus dorsales: muchos apuraron hasta el último momento, y muchos otros particiron sin apuntarse. Según el Grup Güell, organizadores de la caminata, fueron más de 4.000 las personas que se sumaron a la marxa, contando las que parten desde su municipio.

Pep Gambín, el 'marxaire' más veterano. Foto: Pere Bergas

En sus mochilas cargaban agua, vianda para reponer energía, ropa de repuesto y una buena dosis de ilusión, vital para lograr completar los 49 kilómetros de recorrido. La Marxa des Güell a Lluc a peu es una noche de contrastes: algunos corren los últimos kilómetros y otros desfallecen a la altura del polígono de Marratxí. En la salida ya podían observarse algunas disparidades, comenzando por el equipamiento. Los más precavidos vestían ropa técnica o deportiva, portaban bastones y luces frontales, y calzaban buenas deportivas o sólidas botas de montaña. En sus antípodas, algunos se atrevían a lanzarse al camino en chancletas. También hubo algunos participantes que salieron desde Palma en bicicleta o con sus perros.

Mientras esperaban la hora de salida y se reunían con los miembros de su grupo, en la plaza los marxaires disfrutaron de una animada velada de música y danza. Primero, la colla de Xeremiers des Prat estrenaron el escenario al toc de flabiol y con el reminescente sonido de la xeremia. A continuación salió a escena la Escola de Música i Danses de Mallorca, que brindaron muestras de ball de bot, jotas y boleros. Acto seguido, con sus temas DJ Pakita se encargó de animar el ambiente en los instantes previos a la salida.

Un grupo de participantes, antes de tomar la salida. Foto: Pere Bergas

Entre los marxaires se encontraba Pep Gambín, de casi 78 años, quien ha participado en todas las salidas. «Conocía mucho a Tolo Güell, era cliente de su bar, una gran persona. Cada día hago 8 o 10 kilómetros, ese es mi entrenamiento. Cuando estoy en plena marcha, pienso en toda la gente que no puede hacerlo, por una razón o por otra. Desería que todos el mundo puediese hacerlo, porque es una experiencia única», declaró Gambín, animado antes de la salida.

Una participante, junto a su perro. Foto: Pere Bergas

Alrededor de las 22.30 horas, a la plaza Güell llegaron el alcalde de Ciutat, Jaime Martínez; el presidente del Consell de Mallorca, Llorenç Galmés, y la consellera de Afers Socials del Govern, Catalina Cirer, que dieron unas palabras de aliento a los marxaires y revindicaron el espíritu de superación de la marxa. A ello se unieron otras autoridades como el vicepresidente del Consell, Pedro Bestard. Tras los breves discursos, los participantes se fueron colocaron en la línea de salida alrededor de las 22.45 horas y, después de que las autoridades realizasen el protocolario corte de cinta, se dio el pistoletazo de salida. A las 23 horas, con sonrisas que surcaban el rostro, entre risas y abrazos de ilusión, -y alguna que otra expresión que desvelaba la pregunta interna «¿Qué demonios hago yo aquí?»-, los marxaires emprendieron un camino que quizá no recorran nunca más, pero que difícilmente puedan olvidar jamás.