Dios Mary, en uno de los asientos del aeropuerto de Palma, donde duerme. | Click

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La de Dios Mary es una historia increíble. Nacida en Pinar del Río, Cuba, se vino a Mallorca con su marido, un cubano-español -con papeles como español, casada, además, con él en el Consulado de España de La Habana, por la cónsul española-, convenció a su esposo para venirse a España en busca de trabajo… Por lo visto, sin la documentación en regla, aunque ellos pensaban que sí la tenían.

Sentados frente a las oficinas de Tui, del aeropuerto de Son Sant Joan, que es donde Dios Mary vive desde hace un mes y diez días (a su lado está el troler y varias prendas de abrigo, su único equipaje, sus únicas pertenencias), nos cuenta que antes de salir de Cuba, el gobierno de este país le pidió la carta de invitación de la familia con la que iban a estar en España, ellos le dicen que no tiene familia, que van por su cuenta, pues se consideran, sobre los papeles, españoles. Pese a ello, el gobierno les notifica que sin carta de invitación ella no podrá regresar a Cuba como cubana, sino como turista. Dios Meris accede a salir con su marido, porque alguien les ha dicho que si están tres años en España, viviendo juntos, podrán conseguir la residencia y el permiso de trabajo. Pero a poco de estar en nuestro país, el esposo se cansa de estar llamando a puertas para que se les normalice la situación. Y se marcha,

Dios Mary se queda sola, sin casa, sin trabajo, sin futuro, sin nada. Ha de buscarse la vida como puede y donde puede. Pasándose un tiempo yendo y viniendo tras un techo y un plato de comida, sorteando no pocos problemas, encuentra a una persona, a un hombre, que le abre la puerta de su casa para que viva con su esposa y él a cambio de trabajo. Dos o tres años después, el hombre, a través de lo que se denomina arraigo, le puede ofrecer oficialmente trabajo, con lo cual consigue la residencia española. Pero la suerte sigue sin estar de su parte. Ese hombre muere antes de que pueda formalizar toda la documentación en Extranjería. Así que, vuelta a empezar de nuevo.

Dios Mary abandona la casa y comienza un nuevo periplo buscando la solución a su problema. «No entendiendo cómo siendo mujer de un español, casada en el consulado español de La Habana, le ponen tantas pegas. Y, en cambio, para los que vienen en patera, todo son facilidades», critica.

La proponen ir a vivir, en primera acogida a Ca l’Ardiaca, pero, tras conocer el dormitorio y ver la gente que duerme en él, considera que ese no es su sitio. Vuelve a la calle. Pasa por Manacor, Calas de Mallorca, Inca, conoce gente, cuida niños… Regresa a Palma, recorre el Paseo Marítimo tirando del troler con lo poco que tiene. Duerme donde sea, a veces a la intemperie; cuida de su higiene en baños de establecimientos y grandes superficies comerciales...Agotada, y en ocasiones huyendo del acoso que sufre por parte de ciertas personas, que le prometen ayuda, pero van a lo que van, «tras pasar una corta temporada en una residencia a la que me llevaron unas monjas, y en la que vivían seis varones, que se negaban a colaborar en las labores de limpieza, me salí de allí, cogí el tren a Palma y me vine al aeropuerto». Aquí ya estuvo viviendo durante casi cuatro meses. Por lo mismo: porque sin trabajo, que no conseguía por cuestiones burocráticas, no tenía dónde meter su cuerpo. A día de hoy sigue en Son Sant Joan, a la espera de que le llegue el pasaporte, «que me ha tramitado la asesora jurídica de Cáritas, y que me han dicho que ya está en Barcelona».

Estos 12 años que ha vivido en Mallorca -y aunque por unos meses, también en Menorca-, dan para un libro de auto ayuda, sobre todo si se pretende vivir sin perecer en el empeño, ni que te violen, o abusen de ti a cambio de nada, como ha conseguido ella.

Dios Mary quiere mostrar su agradecimiento a Cáritas­, Cruz Roja por el vale que le dan para que compre en el súper, a la gente que trabaja en la oficina de Tui, frente a la cual «vive», a la seguridad del aeropuerto y los trabajadores que se acercan a interesarse por ella. Por cierto, días atrás una persona que apareció por su habitáculo de Son Sant Joan, pretendió hacerle -en realidad se la hizo- una proposición indecente que ella declinó, pero que, ante su insistencia denunció.

¿Que qué hará cuando tenga el pasaporte...-? «Pues no lo sé. Sin duda, empezar de nuevo, aunque de otro modo».