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Todas las reglas anti COVID saltaron por los aires en el transcurso de la fiesta juvenil en la que participaban estudiantes de Erasmus en la plaza de toros de Palma, unos incumplimientos que obligaron a intervenir a la Policía Local e inspectores de la Conselleria de Turisme. Los organizadores fueron incapaces de contener el entusiasmo festivo de los asistentes al concierto en la noche del pasado martes, principal punto de partida para una situación que nunca debería haberse producido pero que también refleja, y es un grave error no quererlo admitir, un clima de despreocupación y desenfreno ante la pandemia por parte de los jóvenes.

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El precedente de los botellones.

Las reglas eran conocidas. En el albero sólo podía haber unos centenares de espectadores sentados en sus respectivas mesas, en las gradas de la plaza de toros el resto del público respetando las distancias de seguridad con el aforo reducido. Los organizadores no pudieron contener el desplazamiento de los asistentes al albero, donde se encontraba el escenario para cantar y bailar las canciones; todos los protocolos de seguridad sanitaria se incumplieron y las llamadas del vecindario a la policía arreciaron. Durante las últimas semanas este tipo de escenas se concentraban en los botellones, más o menos espontáneos; pero en un evento organizado y autorizado por las autoridades no se había dado hasta ahora una situación similar.

Un ambiente relajado.

La aceleración de la campaña de vacunación en Baleares ha generado una sensación, que los expertos consideran que todavía es falsa, de seguridad y protección frente a la COVID. Todavía hay tramos de edad pendientes de poder ser considerados inmunes al virus, pero eso es tan grave que se produzcan situaciones como las vividas en la noche del martes en la plaza de toros. Los jóvenes ahora son el grupo de más riesgo de contagio y las actitudes irresponsables pueden retrasar los planes de desescalada.