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Mallorca vivió este jueves una auténtica jornada negra. Cuatro muertes violentas por distintos motivos y en enclaves diferentes: un suicidio en Lloseta, un balconing en Magaluf, una imprudencia en las Illes Malgrats y, por último, una colisión en Felanitx. Fue un día trágico que confirma los temores de los expertos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, preocupados por un momento de pospandemia en el que se percibe un incremento de las actitudes temerarias y asociadas al desmadre cuando apenas se ha iniciado la temporada turística. La pregunta retórica que planea es qué ocurrirá en los meses de julio y agosto, cuando la Isla alcance el cenit en la cifra de visitantes.

El riesgo extremo como diversión.

En los últimos años es notable el incremento de sucesos dramáticos asociados a la juerga, en especial debido al consumo descontrolado de alcohol y drogas. Sin embargo, al fenómeno se le están añadiendo las consecuencias de actividades ligadas a un tipo de ocio y diversión que no calcula los riesgos. Sería el caso de los selfis más osados, los saltos más atrevidos y las experiencias en todos los ámbitos llevados al límite por personas sin ningún tipo de aprendizaje previo. Y en muchas ocasiones con el único objetivo de captar unas imágenes para poderlas difundir por las redes sociales. Lo más sorprendente es que los protagonistas no son adolescentes. Los sociólogos tienen un amplio campo para la investigación.

La prevención como estrategia.

Cortar de raíz estas situaciones no es sencillo, pero sí que resulta necesario tratar de arbitrar medidas que palíen una dinámica que puede ir en aumento según avance la temporada turística. Los cuatro dramas ocurridos ayer obligan a preguntarse qué podría haberse hecho para evitarlos, quizá no todos, pero sí alguno. Lo que no es posible es seguir dando la espalda a una realidad, por desgracia, cada vez más frecuente en nuestra Isla.