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A ojos de cualquier profano, la expulsión fulminante de la patronal del comercio Pimeco de la organización de la pequeña y mediana empresa de Mallorca PIMEM es una situación carente de lógica. Con la decisión, ambas agrupaciones pierden una parte importante de su fuerza para la defensa de sus respectivos intereses; que, además, son en muchas facetas coincidentes. Entonces cabe preguntarse qué ha podido suceder para un desenlace tan perjudicial para ambas partes. Todos los indicios apuntan a que los personalismos de una y otra parte han jugado un papel decisivo en este distanciamiento.

Discrepancias constantes.

El presidente de Pimeco, Antoni Fuster, reconoce que las desavenencias con PIMEM han sido recíprocas desde el primer momento de la integración, hace cuatro años. El tiempo, lejos de resolver las discrepancias entre las dos organizaciones, ha ido ahondando en las diferencias hasta hacer imposible la convivencia. La falta de pago de las cuotas no deja de ser el pretexto esgrimido por PIMEM para justificar su grave decisión. Era consciente del retroceso que le supone en la representación de un sector importantísimo en el segmento de la pequeña y mediana empresa de Mallorca como es el comercio; sin duda, la actividad económica más importante tras el turismo.

Recuperar el diálogo.

En las actuales circunstancias, no es probable una solución a corto plazo para las diferencias entre PIMEM y Pimeco; pero el análisis atento de la situación obliga a concluir que son más los puntos coincidentes que los divergentes. Es probable, de todas maneras, que la tarea de volver a reconstruir las vías de diálogo requieran de dos condiciones: tiempo y nuevos interlocutores. La unidad empresarial es básica para poder afrontar con garantías una época que todos los expertos vaticinan que estará marcada por las turbulencias y las incertidumbres.