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La presentación ayer del proyecto de lo que supone la recuperación del tranvía en Palma –desaparecieron a finales de la década de los años cincuenta del pasado siglo– es un hito trascendental para el nuevo modelo de transporte público de la ciudad, una iniciativa que lleva tres lustros esperando a ser una realidad. La aportación de la Unión Europea para la financiación, alrededor de 185 millones de euros, es determinante para la materialización del que está llamado a ser el nuevo modelo de transporte ciudadano en la capital balear y, por supuesto, más acorde con los nuevos criterios medioambientales.

Aportar alternativas.

Estos días, precisamente, ha vuelto a suscitarse la polémica con respecto a la búsqueda de fórmula que resuelvan el creciente colapso de la red viaria de Mallorca, en especial en los accesos a Palma. El trazado del tranvía propuesto supone un gran alvance en la confección de una red pública de transporte que haga viable el abandono del vehículo privado, la conexión del aeropuerto de Son Sant Joan con la Plaça d’Espanya con un recorrido que incluye hasta 16 paradas es una aportación posibilista para resolver, en parte, el problema de saturación de tráfico. Resulta obvio que a partir de la experiencia resultará necesario abrir en el futuro nuevas líneas.

El triunfo de la perseverancia.

El acto de ayer en el Consolat de la Mar, con asistencia de la presidenta Armengol, la ministra Sánchez y el alcalde Hila fue también un claro ejemplo del triunfo de la insistencia de las instituciones locales frente a las estatales e internacionales. Aunque sea con un retraso de tres lustros, Palma podrá disponer en 2026 –las obras comenzarán el próximo año y tendrán una duración de tres años– de un tranvía en servicio, un logro colectivo del que toda la sociedad balear debe sentirse satisfecha ya que confirma que el éxito de cualquier reclamación precisa de unidad y perseverancia.