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La paz que firmaron este jueves los dos sectores enfrentados de Vox en Mallorca supone, de momento, el fin de un esperpento que se ha prolongado durante más de una semana. Los cinco diputados amotinados –Idoia López, Manuela Cañadas, María José Verdú, Agustín Buades y Sergio Rodríguez– llevaron a cabo un golpe interno y trataron de quitar de sus cargos al presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, y a la presidenta del partido, Patricia de las Heras. Se trata, sin duda, de un choque tan grave que parece improbable que no deje secuelas en una formación que vive en convulsión permanente. Sea como fuere, llama poderosamente la atención la generosidad de la dirección nacional, que ha amnistiado a los díscolos y ha permitido un frágil acuerdo (¿?) entre las dos partes que, hasta hace unos días, parecía inalcanzable. Si la crisis se ha cerrado en falso no pasará mucho tiempo hasta que se reactive de nuevo.

Filtraciones y cartas.

Las partes reconciliadas alegan ahora que hubo filtraciones interesadas que caldearon el ambiente entre ellos y, sin nombrarlo, se refieren, entre otros, a la carta firmada por Patricia de las Heras, enviada en junio a la mano derecha de Santiago Abascal. En la misiva atacaba con fiereza a Jorge Campos, histórico fundador del partido en Mallorca, y a su exmujer, Montse Amat, a los que acusaba de «actuaciones mafiosas» y dirigir la formación como si fuera «un cortijo».

Un alivio para el PP.

El cese –provisional– de las hostilidades en Vox es, sin duda, un alivio para el PP de Prohens, que asistía a la guerra civil de sus socios con una mezcla de incredulidad y preocupación. La estabilidad del Ejecutivo depende, en buena parte, de la buena salud de la formación de Abascal en las Islas. El problema es que nadie es capaz de asegurar que las heridas estén cerradas.