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A medida que pasan las semanas se va viendo con más nitidez que el 155 no va a ser lo que muchos pretendían. No habrá, de ninguna manera, una intervención efectiva en ningún ámbito de la Generalidad catalana excepto en el gasto, controlado desde Madrid. Durante, esto sí, poco tiempo. Ni esto será a largo plazo porque, como ha dicho Mariano Rajoy, cuando el futuro nuevo gobierno catalán tome posesión, si se porta bien se deshará la intervención presupuestaria. Es de suponer que a nadie le quede ya duda alguna de que incluso ganando los separatistas el ejecutivo entrante se portará tal y como es debido hacerlo. Como siempre habían hecho y que tan bien les había ido hasta hace cinco años, cuando Artur Mas quiso ser un gran estadista jugando de farol con Rajoy y Madrid y acabó por demostrar ser sólo un enorme desastre a quien se le fue de las manos el invento del “procés”. Ahora poco a poco volverá a la normalidad. Con el gobierno de Barcelona aceptando “por imperativo” legal la Constitución y porque a la fuerza ahorcan el ordenamiento jurídico. Y a seguir trabajando por la futura independencia. Incluso así sería con el PSC gozando –como tantos esperan que ocurra- de la presidencia, porque los secesionistas de ERC seguirían teniendo enorme poder institucional. Al mismo tiempo que en Cataluña la situación política irá normalizándose en Madrid se intentará buscar una solución para “el conflicto catalán”. No existe tal. Pero dado que en la Meseta los del PP y PSOE se creen que sí -y Podemos se apunta a ella, aunque nadie sabe ya a estas alturas qué cree este extraño partido- más pronto que tarde irán poniéndose las bases para un compongo con los nacionalistas catalanes más o menos al estilo del que existe con los nacionalistas vascos del PNV, y que funciona la mar de bien, como se está viendo estos meses. En fin, como decía el torero filósofo, “lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible”. E imposible es que a estas alturas en Madrid se atrevan a intervenir la autonomía catalana, y, además, es que si fuera posible sería tal bestialidad que nadie en verdad lo desea. Así que por tanto no existe otro camino que el visto. Que es ir retrasando lo inevitable a fuerza de consolidarlo. Así son las cosas. Y con ellas se puede convivir. Qué remedio.