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Acierta edad es muy conveniente, más que hacer abdominales, echar carreritas y tonterías por el estilo, realizar sencillos ejercicios de desapego, al menos durante diez o quince minutos al día, pues de lo contrario se te acumulan los objetos, personas, ideas y sentimientos, y a la que te descuidas ya estás excesivamente apegado a todo. Te llevas tremendos disgustos cada vez que pierdes algo, que es precisamente en lo que consiste la vida. Tampoco hay que esperar a una edad avanzada para ello (yo comencé a desapegarme hace décadas), porque el desapego es un don muy difícil de adquirir, más que un buen fondo físico; es un proceso largo y lento, con recaídas, y luego todo son prisas y ya no hay tiempo. Estar cargado de pertenencias y asuntos personales (espiritualidad adiposa), es peor que acumular grasa corporal, y un alma grasienta, barriguda y con papada, lo tiene jodido para subir al cielo. No remonta, se queda pegada a la tierra como una lombriz. Un cierto desapego siempre es beneficioso, prueba de sabiduría y elegancia moral, pero es indispensable en la vejez. Así que más vale entrenarlo con tiempo. Veamos algunos ejercicios fáciles. Si adquieren algo, digamos un libro, una prenda de vestir o un capricho, prescindan de algo equivalente, regalándolo o tirándolo. Se trata, cada día, de quitarse de encima algo valioso, sean cosas, ideas, costumbres, juguetes o personas. Ayuda no dar la lata a amigos, familiares ni examantes, de forma que hagan su vida mientras poco a poco te alejas con las manos en los bolsillos. Las mudanzas frecuentes, con tantas cosas importantes que se pierden, también son un buen ejercicio de desapego, aunque ya para practicantes avanzados, como no tener móvil ni estar nunca conectado. No lo intenten de buenas a primeras, a lo bruto, porque una intimidad delgada no se logra así como así. Empiecen prescindiendo de cosas pequeñas, pero todos los días, no acumulen otras nuevas (yo no adquiero nada que no pueda comer, beber, leer o fumar), y dejen los grandes amores para el final, cuando ya sean unos maestros del desapego. La más exquisita de las bellas artes. No es fácil, pero se puede; si he podido yo, puede cualquiera. Poco a poco, eso sí.