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Balears ha doblado su población en los últimos cuarenta años. Esto es una barbaridad desde todos los ángulos de análisis. No hay capacidad de sedimentación para la armonización y adaptación de los nuevos habitantes. Es cierto que el cosmopolitismo enriquece, pero debe estar supeditado a no perder los puntos cardinales de la propia identidad. Balears se ha despersonalizado. Ha roto todas la costuras culturales, sociales y educativas. En salud, vemos indicadores de patologías prácticamente inexistentes que ahora deben abordarse y que además generan contagios casi olvidados. El esfuerzo de adecuación de nuestros centros educativos no tiene parangón en España ni en Europa.

Idiomas, culturas y formas de vivir que han construido una torre de Babel que amenaza nuestra identidad. La sostenibilidad en términos biológicos y de recursos naturales está en peligro. Pero, todo ello sin un solo análisis por parte de nuestros gobernantes. No hay equipos que trabajen en la intervención sistémica de esta nueva realidad. Los poderes públicos imbuidos de ‘buenismo’ y de miedo a la catalogación de xenofobia no son capaces de entender que esto se tiene que regular. Tenemos una UIB cualificada para hacer diagnósticos y proponer marcos de planificación, para armonizar este caos social que hemos creado.

Pero, además los contribuyentes empezamos a estar cansados de que nos expriman a impuestos que no repercuten en nuestra calidad de vida. Mientras nuestros políticos se distraen con banalidades. Pongámonos a trabajar. Es el futuro de nuestros hijos.