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Maskirovka es un término utilizado por los rusos desde hace siglos para referirse a las operaciones militares de engaño y de desinformación. Durante los últimos años hemos vivido varios escenarios de esta teatralización a través de la estrategia de camuflaje sobre las verdaderas intenciones de sus acciones.

Rusia heredó la gran mayoría del arsenal nuclear soviético. Aunque el país ha reducido sustancialmente sus reservas, todavía controla la segunda fuerza nuclear más grande del mundo. Por otro lado, Rusia suministra a Europa el 35 % de todo su gas, lo que la convierte en el mayor proveedor y único que podría influir en la situación del mercado energético europeo.

Las últimas semanas estamos asistiendo a una escalada de conflicto sin precedentes en la frontera ruso-ucraniana. Rusia advierte sobre la expansión de la OTAN y considera Ucrania su línea roja. Al mismo tiempo, acusa Ucrania de un despliegue de armas y drones contra las fuerzas respaldadas por Rusia en el este ucraniano. Rusia también acusa a Europa del fracaso del acuerdo de paz de Minsk de 2015. Negándose de las quejas de Occidente de que Rusia es parte del prolongado conflicto.

Según varios analistas, las razones por las cuales el antiguo régimen soviético escogió este momento para aumentar la escalada de tensión en la zona se deben, por un lado, al enfriamiento del sentimiento proruso en Ucrania y un mayor acercamiento al eje militar occidental. También las estrategias marcadas en la agenda exterior americana centrándose en China, ha dejado el terreno libre para que Vladimir vuelva a marcar sus líneas rojas, obligando a la OTAN, por la fuerza, a dar garantías legales de que Ucrania jamás entrará como miembro.

Pero la ‘Maskirovka’ en este conflicto parece estar lejos de las realidades que aparecen en el escenario. Primero, es innegable que el presidente ruso, a nivel interno, vive sus horas más bajas y su popularidad cae en picado, y solo un conflicto externo le puede resucitar políticamente. Segundo, en los últimos meses varios diputados europeos liderados por Polonia han puesto el foco en la empresa estatal Gasprom, la responsabilizan del incremento de los precios del gas que ha desatado una crisis energética en varios países de Europa.

Por último, Rusia sufre económicamente por el retraso de la puesta en marcha de Nordstream2, eltransportador del gas ruso a Alemania a través del mar báltico. Este proyecto emblemático para Rusia y necesario para al abastecimiento energético europeo, puede estar en riesgo por el cambio político en Alemania y por las exigencias de los reguladores europeos.

Lo que estamos viviendo estos días no se sabe muy bien si es un déjà-vu parecido a la anexión de Crimea.

O es una ‘Maskirovka’ para medir las fuerzas occidentales. En estos momentos la Unión Europea tiene más que nunca la necesidad de una estrategia energética común que resista a las ambiciones del Kremlin. Mientras tanto, China está esperando al otro lado del tablero para enfrentarse al ganador de esta partida.