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Esta semana por segunda vez en el colegio de mi hijo han vuelto a activar una campaña de apoyo a Ucrania y la recogida de alimentos. El primer envío llegó a Kharkiv hace dos semanas con toneladas de alimentos no perecederos. Me emocionó muchísimo esta solidaridad. Hasta tengo un amigo que abandonó las pistas de esquí en Baqueira y condujo uno de los primeros convoyes que salieron de Mallorca hasta la frontera ucraniana. El Alto comisionado para los refugiados de Naciones Unidas, ACNUR, señala que hay casi 85 millones de refugiados en el mundo. Solo el año pasado, se contabilizaron más de 21 millones de desplazados en el mundo. Los refugiados huyen de las guerras, golpes de Estado y el hambre. La mayoría de ellos provenían de Afganistán, Siria, Venezuela, Sudán del Sur, Myanmar, Mali. El proceso de desplazamiento siempre es el mismo, por vía terrestre –en coche o ‘caminando’– y vía marítima –en patera–.

La huida de estas personas es para proteger a sus seres queridos, para salvarse la vida o para encontrar algo para comer. Sueñan con un mundo mejor, detrás de las vallas, al otro lado de la frontera. Se imaginan que cualquier cosa es mejor de lo que dejan atrás. A veces son familias enteras, jóvenes con edad de trabajar, o menores que se desprenden de sus padres con la esperanza de volver un día a casa y ayudar a sus familias.

Cuando llegan aquí, el proceso casi nunca es fácil. Se encuentran con el rechazo desde el primer momento que pisan la frontera: mafias que les chantajean para cruzar, vallas concertinas, condiciones meteorológicas horribles. Si sobreviven a todo esto, muchos no lo consiguen, se encuentran con la otra frontera: la sociedad, la administración, la realidad que no imaginaban antes de abandonar sus hogares. Me sorprendió la campaña del colegio de mi hijo porque en los últimos años, hubo guerras en Yemen, Siria, Afganistán; desplazados de Mali, Congo, Argelia. En las calles de Palma, puede encontrar centenares de refugiados que después de años estando aquí no se ha regularizado su situación, inmigrantes que no consiguen ni la cita para solicitar la documentación, manteros que son rechazados por los comerciantes y perseguidos por la policía. Menores que son llamados menas y perdidos entre la ley de extranjería y la ley protección de la infancia.

Desde que estalló el conflicto, todo el continente, y nuestro país, se ha volcado como no podía ser de otra forma con los ucranianos: ofrece legalización-express, documentación para los refugiados, se habilitan hoteles y casas particulares para su alojamiento. Entonces yo pregunto: ¿Es debido a la cercanía geográfica con Ucrania? 3.500 kilómetros. ¿Es debido al origen europeo de Ucrania? Hasta 1991, era la república socialista soviética de Ucrania. ¿Es por compartir la misma religión? Pertenece a la Iglesia ortodoxa. Prefiero no pensar que es por el color de la piel y que vivimos en una sociedad que se solidariza con el color de la piel de la víctima.