Las ideas cuando nacen son muy volátiles, apenas tienen masa, nunca se están quietas y van de aquí para allá a lo loco, como motas de polvo; dejas un objeto encima de la mesa varios días, no sé, una libretita o una navaja, y cuando lo coges enseguida notas al tacto que está cubierto de ideas, algunas muy incrustadas, y hay que sacudirlo o frotarlo con un trapo para quitarles la suciedad. De lo contrario, las ideas peregrinas cogen unos microgramos de peso, se hacen sedentarias, lo dejan todo perdido de polución ideológica. Se pueden encontrar ideas en cualquier parte, escondidas bajo las alfombras o los cascotes de un edificio bombardeado, en la ceniza de los ceniceros, adheridas a la suela de los zapatos, en la red de alcantarillado, en los platos sucios del fregadero, en periódicos y libros, en el listado de cotizaciones de Bolsa (rarísimas, esas ideas), en la pantalla del portátil, en el dobladillo de los pantalones, en los billetes de veinte euros. La de ideas que hay por ahí, debajo de los colchones, ocultas.
Ideas peregrinas
Palma04/04/22 3:59
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