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Hay más enchufados que trabajadores. ¿De dónde salen tantos políticos? De la política de cargos. ¿Y para qué sirven? Para tener más cargos». Son líneas extraídas del libro Diálogo de besugos. La mayoría de los cargos políticos sirve para ralentizar la marcha progresiva de la sociedad. ¿Quiénes inventaron los cargos? Los políticos, claro, para colocar en los cargos a conocidos.

Llevo sesenta años tratando con políticos y he conocido a tres que eran honestos; poca oferta para tanta demanda. Al principio, franquistas; luego, los de la Transición y ahora, los ‘demócratas’. Puedo asegurar con cierta resignación que tan inútiles son los de antes como los de hoy. La mayoría son universitarios, lo que demuestra que un buen nivel educativo no garantiza calidad. Todos los responsables políticos de la Administración han formalizado cargos de confianza.

Como hombre del teatro, voy al palo que conozco: el teatro. La noticia más llamativa del Teatre Principal (inaugurado en 1857) es que el Tribunal de Cuentas juzga su agujero económico. Desde hace años, ese teatro se ha convertido en un feudo nacionalista. Para trampear cuentas se imantaron fundaciones y naves para almacenar trastos, como pianos de cola alquilados y óperas en un escenario que nunca reunió condiciones para representarlas. Resultado: juzgados por el Tribunal de Cuentas. ¿Por qué ocurren estas cosas? Por la política de cargos. El director actual del Principal es Josep Ramon Cerdà, nombrado a dedo por Bel Busquets (de Més). ¿Méritos? Salió de la incubadora de filólogos mallorquines y es castellanofóbico. Ha sido responsable del Institut d’Estudis Baleárics, dramaturgo (?) y profesor de enseñanza secundaria. Vamos, casi miembro del Real Shakespeare Institut. Del último cargo cayó con la dimisión de la consellera Ruth Mateu y de Jaume Gomila por el ‘caso Contratos’.

También representó al Govern en el Consejo Estatal de Artes Escénicas y de la Música (INAEM), fundó la Asociación de Actores y Actrices de las Islas Baleares y... ¿de teatro sabe algo? No pregunten tonterías. El Principal se mantiene con el dinero de castellanos y mallorquines, pero él no quiere obras en la lengua de Calderón.