Corría la década de los 70 y en una excursión del colegio Pío XII, con el profesor de religión, el padre Willy, fuimos a la gran casa que este sacerdote tenía en el pueblo de Deià. En aquellos tiempos yo quería ser escritor y poeta y supimos de la existencia de cierto poeta llamado Robert Graves gracias a la serie de la BBC ‘Yo, Claudio’. Eso, la mayoría del pueblo español, pero a Graves lo descubrí yo antes, leyendo ‘La Diosa Blanca’. Allí empecé a conocer toda la iconografía de dioses y diosas del Olimpo y de la existencia de unos seres divinos antes del advenimiento del Cristianismo. Y aquel fin de semana de excursión a Deià con el colegio, decidí querer conocer en persona al gran poeta inglés. En ‘Adiós a todo eso’ descubrí al Graves que a mí me interesaba, el hombre que había combatido en la I Guerra Mundial y había sido dado por muerto, y que, al regresar, constató que sus seres queridos casi le habían olvidado. Fue ese abandono y ese enfrentamiento a la verdad la que le hizo venir a una Mallorca que ya no existe.
Mi visita a Robert Graves
Palma19/07/22 3:59
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