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Sólo de juego sucio puede calificarse la campaña emprendida por el PP de bajar impuestos a bombo y platillo. Al sempiterno dumping fiscal de Ayuso suprimiendo el impuesto sobre el patrimonio le ha seguido con entusiasmo el moderado Bonilla haciendo lo mismo en Andalucía y a éste no han tardado en sumarse en el empeño en Murcia y Galicia rebajando sus tramos autonómicos del IRPF. La campaña tiene un objetivo claro: que cale que el PP baja los impuestos y el PSOE los sube para ‘forrarse’. Poco o nada importa que la recaudación fiscal se emplee en redistribuir la desigual riqueza de este país o que gran parte de esos impuestos vaya a las comunidades autónomas. El mensaje es: Pedro Sánchez abrasa en impuestos a los españoles en su propio beneficio, Feijóo y los suyos son los únicos que defienden nuestros bolsillos. Pero ese mensaje es falso, falaz y peligroso porque oculta deliberadamente que los impuestos recaudados son de todos, no de Pedro Sánchez, y que gracias a esos impuestos contamos con sanidad y educación pública entre otras cosas.

Tampoco dice que España es uno de los países de la UE que tiene los impuestos más bajos (recaudamos un 7 % menos que la media de nuestros socios europeos) y que son precisamente las grandes fortunas y las mayores empresas de este país quienes menos impuestos pagan porque el sistema fiscal que tenemos desde hace años penaliza las rentas de trabajo y beneficia a las de capital. Pero todo da igual, a la gente le llega eso de que si voto al PP pagaré menos impuestos y si vuelve a ganar Sánchez me crujirá el bolsillo.

Nuestro olvido llega a alcanzar cotas insuperables. Ya no nos acordamos del ministro De Guindos alardeando de que los sesenta mil millones de euros que dimos a los bancos para el rescate de las Cajas no nos iban a costar un solo euro. Fue precisamente al revés, lo que hicieron los bancos fue no devolvernos un solo euro. Cuando el Gobierno de Pedro Sánchez propuso un impuesto para las empresas energéticas y las entidades financieras para compensar los beneficios extraordinarios que han conseguido con la crisis de Ucrania, el PP se opuso calificándolo de política comunista y bolivariana. Que ese impuesto haya sido adoptado por gran parte de nuestros socios europeos ha cogido con el pie cambiado a los ‘Feijóo boys’. Nada que no solucione Cuca Gamarra haciendo cambalaches lingüísticos para que la rectificación a la que se han visto obligados pase lo más inadvertida posible y siga calando el mensaje de que el PP es bueno porque baja los impuestos y el PSOE malo porque los sube.